Castropol cocina el Corpus a fuego lento: Un trabajo de muchos meses que se descubrirá el domingo

Los alfombristas florales de la localidad coinciden en la necesidad de contar pronto con relevo para un trabajo en el que cada día colaboran menos personas

T. Cascudo

La cocina de Villa Rosita, el espectacular caserón del siglo XVI que se levanta en pleno centro de Castropol, lleva muchos años siendo testigo de los preparativos del Corpus Christi. No es la única sede de los alfombristas castropolenses, reunidos en diferentes grupos por varias casas y locales de la localidad, pero sí una de las más emblemáticas. Allí se prepara a fuego lento, durante muchos meses, el traje que lucirá la calle Del Campo (popularmente conocida como calle de Correos), una de las más destacadas del entramado urbano que se cubre con mantos florales. Para todos, esta semana es la más frenética del año, pues el domingo la capital del concejo celebra por todo lo alto una celebración que, desde 2006, en fiesta de interés turístico regional.

Los alfombristas comparten la ilusión y las ganas de mantener una tradición de mucha antigüedad, pero también el lamento de que cada vez son menos las personas dispuestas a arrimar el hombro: "Cada año hay menos gente, y la que hay es muy mayor. Hace falta relevo para el trabajo continuo que se debe hacer durante todo el año". Pero avisan de que se trata de un trabajo "muy sacrificado", sobre todo en la recta final, cuando toca salir a recoger la flor. Este año, además, con la incertidumbre de no saber si la rosa aguantará la floración y si la hortensia florecerá a tiempo para la ocasión. "La flor es lo más estresante y sacrificado y además nunca sabes a ciencia cierta con cuánta cantidad vas a contar", explican, al tiempo que agradecen la colaboración de mucha gente que cada año cuida y reserva sus jardines a la espera de los de Castropol. "Estamos muy agradecidos de la gente que nos recibe en sus casas. Hay casas donde nos dieron los padres y ahora nos dan los hijos", añaden.

Los alfombristas trabajando en la cocina de Villa Rosita.

Los alfombristas trabajando en la cocina de Villa Rosita. / T. Cascudo

Cuenta Roberto Frontera que, para su grupo, el trabajo comienza el mismo día del Corpus, cuando recogen el material de la calle. Después son él y Luis Villares los que diseñan la alfombra de casi 90 metros que da la bienvenida a muchos de quienes visitan Castropol ese día. "Esta calle tiene una ventaja y es que es ancha y larga, por la inclinación de la calle la ves entera de un vistazo, pero eso también es un problema porque el diseño no puede ser igual de minucioso que el que haces para una calle estrecha", precisan los alfombristas. Lo que buscan es "llamar la atención en un solo vistazo" y este año encontraron la inspiración en los libros medievales de horas litúrgicas. "No están todas, pero sí las más conocidas como el ángelus o las vísperas", añade Frontera mientras desmenuza margaritas blancas. Al fondo de la mesa, Mari Cruz Santamarina añade que en la calle Del Campo siempre hacen guiños a la religión. "Don Luis Legaspi decía siempre que esta calle catequizaba", apunta Frontera.

Los integrantes de cada grupo pasan muchas horas juntos, conversando la mayor parte del tiempo, pero también en silencio, disfrutando de una pasión compartida. "Es un esfoyón moderno", añade Frontera y no le falta razón. En un local muy cerca del Ayuntamiento se reúne otro grupo que tiene dispuesta sobre la mesa la merienda: gallegas, fruta, café y un "chupito" para animar. Lo sirve Paco Fernández, apasionado alfombrista que apenas si deja la tarea para almorzar. "Voy a aguantar haciendo esto hasta el final. El Corpus da realce al pueblo y es motivo de orgullo porque viene mucha gente", señala, al tiempo que pide más ayuda del Principado para una fiesta declarada de interés turístico.

Este grupo, que se ocupa de la calle Penzol Lavandera y la plaza Menéndez Pelayo además de colaborar en la calle Acevedo, ha contado este año con la ayuda del Centro de Día de Vegadeo, donde sus usuarios estuvieron deshojando pampillo. Apunta Ovidio Vila, coincidiendo con los de Villa Rosita, que "cada año es más duro porque somos más viejos". Todos tienen claro que la clave es el "relevo".

Integrantes de El Pampillo trabajando en sus creaciones.

Las integrantes de El Pampillo Cova Muiña, Ana García, Maite Muiña y Marta Rodríguez trabajando en sus creaciones. / R. T. C.

Precisamente el relevo es algo que preocupa a la asociación El Pampillo, capitaneada por Maite Muiña, que este año impartió unos talleres en el colegio La Paloma con el fin de implicar a los niños en la celebración. De hecho, está previsto que los escolares repliquen las alfombras con la temática de la obra de Picasso que se realizaron para la ocasión. Lo harán en las inmediaciones del parque Vicente Loriente, donde El Pampillo trabajará en la decoración, además de ocuparse de la calle Amor. Esperan también exhibir la alfombra vertical con el logotipo de Castropol que estrenaron con motivo del Festival de la ostra y prometen "alguna sorpresa más". "Dedicamos muchas horas de trabajo para que Castropol luzca, aunque es verdad que cada vez hay menos gente", añade Muiña.

Lola Álvarez, de 86 años, resume el sentir de muchos alfombristas cuando dice que lo que la mueve a colaborar es "el orgullo de ver el pueblo lleno por el Corpus, tanto que no hay ni donde aparcar". Dice que le encanta ayudar y mientras pueda seguirá apoyando al Corpus. Con todo, aunque muchos prefieren ni mencionarlo, lo que más les preocupa ahora es que el domingo el tiempo les dé una tregua y les permita lucir los frutos de todo un año de trabajo.