Lo que fue un motor para la comarca ahora es un cementerio industrial: de ser sustento para 10.000 personas a enclave fantasma en Asturias

Los trabajadores de la empresa de demolición apuntan a agosto o diciembre para terminar el derribo de esta víctima de la descarbonización en el Occidente

Luis Ángel Vega

Luis Ángel Vega

Paso a paso se va vaciando la carcasa de lo que fue una vez la central térmica de Soto de la Barca, en el concejo de Tineo, una instalación que llegó a dar trabajo a 400 personas y que hoy no es más que un cadáver industrial del que unas pocas decenas de operarios van arrancando toneladas de chatarra y cemento, como ha ocurrido con otras explotaciones.

El proyecto comenzó a gestarse en 1960 y el primer grupo térmico inició su andadura en 1965, seguido del segundo grupo en 1969 y del tercero en 1984. No sobrevivió al proceso de descarbonización iniciado en la segunda década de 2000, y aunque la guerra Ucrania hizo pensar en una recuperación de las centrales térmicas para facilitar la desconexión del gas ruso, el tiempo de la central de la central ya había pasado, y con él, el de toda una localidad de Tineo.

La demolición se inició en marzo de 2022 y estaba previsto que finalizase en el primer trimestre de 2025. No será posible. Quedan aún bastantes instalaciones que echar por tierra. Se habla del próximo mes de agosto, incluso de que transcurrirá aún un año antes de que finalicen los trabajos para demoler las estructuras que aún quedan. El paisaje de la central se ha deteriorado hasta parecer el desvencijado escenario de una batalla, que no desentonaría en la castigada Ucrania o en la película "Blade Runner".

Las obras empezaron con el derribo de dos chimeneas de pequeño tamaño y otros tantos silos. El siguiente hito fue el 20 de diciembre de 2023, con la demolición con explosivos de la torre de refrigeración, uno de los elementos más distintivos de la central, con 81 metros de altura y un diámetro de 45 en la parte superior y 70 en la base.

El pasado 19 de septiembre siguió el mismo destino la caldera del grupo 3 y la nave de tolvas de los grupos 1 y 2, así como la gran chimenea del grupo 3, la estructura más alta de la central, con 200 metros, cuya construcción se inició en 1981 y que se conectó al resto de la instalación en 1984, "un día muy triste" para quienes contribuyeron a levantarla.

Ahora están a punto de iniciar la demolición de las tolvas de carbón del grupo 3 que se levantan junto al corredor del Narcea (AS-15), un proceso que se alargará, dicen, durante unos seis meses. Allí se depositaba el carbón que alimentaba la central.

Decenas de camiones llegaban diariamente a Soto de la Barca con mineral. "Solo de Cangas del Narcea había 40 camioneros que traían carbón", se acuerda el jubilado Belarmino González, que trabajó en una auxiliar de la central y luego fue taxista. La central no solo daba trabajo a sus 400 empleados. "Si digo que vivían de la central 10.000 personas, a lo mejor me quedo corto", añade González.

La central estaba pensada para alimentarse del carbón que se extraía de las minas del Suroccidente asturiano, pero también del norte de León. En los últimos tiempos, la central térmica se alimentaba principalmente del carbón que llegaba en barco al puerto del Musel, desde Sudáfrica o Hispanoamérica.

Unos cuarenta trabajadores están empleados en la demolición de las instalaciones. El trajín de las excavadoras es continuo durante el horario de trabajo. En las tolvas, que van a demolerse con voladuras en breve, ya han comenzado a retirarse las vigas de metal. Las máquinas cortadoras producen chispas como en una fragua.

La chatarra de la instalación industrial se traslada en grandes camiones de 6x4 a un centro de tratamiento de residuos industriales en Ponferrada. El cemento se va desmenuzando para convertirlo en grava, la mayor parte de la cual se retirará.

El objetivo de Naturgy, la empresa propietaria de la central, es dejar el lugar como estaba cuando se instaló la explotación termoeléctrica. Está previsto retranquear el río Narcea para revertir el curso que tenía antes de que se levantase la instalación. Se mantendrá el puente.

No queda nada de aquella Soto de la Barca llena de caserías ganaderas con sus hórreos. El pueblo vivía del ganado y la pesca. En las laderas que se elevan desde Soto, allá por el siglo XIX, se cultivaba vid y los vecinos resaltan que el vino de Soto llegó a ser premiado en concursos celebrados en París. Se conserva alguna cepa antigua, aseguran algunos. Quizá a Soto de la Barca aún le quede una rendija de futuro en actividades que le dieron vida en el pasado y que hoy parecen un imposible ante la vista de las instalaciones industriales.

Soto de la Barca llegó a tener unos 2.000 habitantes en el punto álgido de la central de Fenosa. Había sobre todo muchos vecinos del concejo de Tineo y de otros municipios asturianos. Y a Soto de la Barca llegó un grupo de trabajadores procedente de la localidad de Ribadelago, en la comarca leonesa de Sanabria, arrasada por la rotura de la presa de Vega de Tera el 9 de enero de 1959, una catástrofe que costó la vida de 144 personas. Estos trabajadores y sus familias contemplarían luego otra debacle, esta vez industrial y demográfica, con el cierre de la central termoeléctrica.

Del poblado que se levantó junto a la central para los trabajadores, salió la última familia en el año 2000, dos años después de que Naturgy solicitase al Gobierno el cierre de la instalación. Desde entonces, todo ha sido deterioro en estas viviendas desde las que se contempla la central, a pesar de que los edificios han pasado al Ayuntamiento de Tineo y hay un proyecto de cohousing para 14 de las 29 viviendas.

La semana pasada los ladrones se llevaron los cuadros eléctricos de los bloques que pudieron. Las viviendas han sido saqueadas. Proliferan las pintadas y pocas ventanas están intactas. Como muestra del deterioro, una imagen: en el suelo de uno de los portales hay dos voluminosos expedientes de Unión Eléctrica Fenosa sobre un proyecto de aprovechamiento integral del río Narcea, fechados en 1993. En teoría deberían estar en el archivo de Fenosa.

Paco Iglesias, de 53 años, que trabajó 16 en las instalaciones y ahora lo hace para la empresa bilbaína Lezama, encargada de demoler la central, recuerda de que llegó a haber hasta 300 niños y adolescentes en la mejor época de la central y el poblado.

"Un autocar llevaba a 48 chavales al instituto de Tineo todos los días", asegura. Hijo de un trabajador de primera hora de la central, Francisco Iglesias, y nieto del propietario de una casería sobre la que luego se levantaría la torre de refrigeración, no esconde su pena por la desaparición de aquella época y por ser uno de los últimos residentes de la zona. "Quedamos cuatro vecinos, en cuanto terminen las obras, se acabó el pueblo", dice en el restaurante La Casera, propiedad de su primo, el único establecimiento que puede encontrarse en la localidad y al que acuden a comer los trabajadores que están derribando la central.

La empresa Lezama tiene trabajando en Soto de la Barca a varios bilbaínos, algunos andaluces de Sevilla y al menos un madrileño. Uno de los bilbaínos asegura que vive en la cercana localidad de Tuña cinco días a la semana y pasa el fin de semana en su ciudad, lo que le obliga a recorrer casi 350 kilómetros, tres horas y media de volante.

La empresa recuperó a alguno de los últimos trabajadores de la central, que volvieron al tajo después de pasar una temporada en el paro.

Naturgy indica que la demolición de la central se ha completado en un 85 por ciento. El grupo está intentando segregar por tipologías los materiales demolidos, buscando el máximo de revalorización o reciclaje.

Los residuos se trasladan a diferentes áreas de acopio dentro de la central. Luego se gestionan los materiales según su tipología: inertes, no peligrosos y peligrosos.

Una vez que se retiren los materiales, se acondicionará la parcela de forma adecuada, picando los resaltos y zapatas por encima de cota, rellenando los huecos con material adecuado y nivelando la zona. Pero lo que de verdad necesita Tineo es una alternativa industrial, una promesa que se le hizo en su día y que no se ha cumplido.

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