Un centro lector muy singular gestionado con voluntariado vecinal
La biblioteca que florece en Busto (Valdés): así funciona el centro lector "Eduardo Pérez de la Fanosa"
El espacio afronta su cuarto año de actividad convertido en un referente en el pueblo y fuera, razón por la que este viernes recibirá uno de los Premios Yumper. "No somos conscientes de lo conseguido", dicen las voluntarias que gestionan este recurso con unos 7.000 libros en préstamo

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Es mediodía de un soleado domingo en la biblioteca Eduardo Pérez de la Fanosa, en la localidad valdesana de Busto. Los pequeños César y Nelson entran a la carrera por la puerta abierta de par en par y anuncian, abriendo una enorme bolsa: "Venimos a hacer una donación masiva". Gema Pérez, Ana Belén Pérez y Eva Pérez, tres de las cinco gestoras de este singular centro lector, aplauden y agradecen el gesto de los niños, pero no se sorprenden. Desde que este centro privado de uso público abrió sus puertas en 2021 no ha cesado la ayuda, ni las donaciones para hacer crecer este recurso ya imprescindible para los habitantes de este pueblo de poco más de doscientos habitantes.
La biblioteca de Busto, dependiente de la asociación de vecinos de la localidad y ubicada en las antiguas escuelas del pueblo, recibirá este viernes uno de los Premios Yumper por su "gran trabajo de apoyo a la cultura a través de la lectura, dando vida a una biblioteca en el medio rural".
"Fue una sorpresa cuando nos llamaron. Estamos muy agradecidas y no somos muy conscientes de lo conseguido", exponen sentadas en este centro lector plagado de detalles y cuidado con mucho mimo. Hay manualidades con libros, un enorme jarrón con camelias, rasgo distintivo de esta localidad valdesana, y un espacio dedicado a recordar a Eduardo Pérez de la Fanosa, el benefactor local que construyó las antiguas escuelas de Busto en 1902 para que nadie más pasase las penurias de su padre, que salió de la localidad sin saber leer ni escribir. "Nos parecía que no se le había dado a este señor la importancia que merece y por eso le pusimos su nombre a la biblioteca", señala Ana Pérez, que también preside la Asociación de Vecinos de Busto.
Les gusta decir que la biblioteca nació con una propuesta de una vecina para donar sus libros. El fondo creció rápidamente gracias a la donación del espurgo de la Biblioteca de Asturias, donde Eva Pérez trabajó como auxiliar durante quince años. Sus conocimientos fueron clave para realizar una catalogación profesional de los fondos y realizar una gestión del préstamo que nada tiene que envidiar a las bibliotecas de la red pública. De hecho, es lo que más sorprende a quien las visita. "No es un almacén de libros, es una biblioteca viva, que además cumple la misión de conservar este local que se estaba viniendo abajo", apunta Gema Pérez. Cuando hablan de una biblioteca viva se refieren a la gran cantidad de actividades que emanan y se desarrollan en las antiguas escuelas: desde encuentros con autores a clases de cartonaje.
Las tres Pérez, que además de amigas tienen lazos de parentesco, cuentan que cuando llevaban seis meses de trabajo silencioso decidieron que había que poner un día para abrir el centro. "Teníamos terror a que no viniera nadie", añade Eva. Sin embargo, ocurrió todo lo contrario y la biblioteca no ha dejado de crecer.
Abren los jueves y, durante todo, el día los sábados y domingos, un horario que facilita el acceso al préstamo de mucha gente, por eso tienen usuarios de otros pueblos e incluso de concejos vecinos. Ahora rondan los 700 socios y los 7.000 libros y sueñan con crecer hacia la planta alta del inmueble, por eso reclaman al Ayuntamiento una obra de mejora imprescindible. De momento, solo han logrado que el consistorio les apoye con una partida anual de 1.500 euros, que destinan a la compra de libros y los recursos necesarios, así como a la organización de actividades.
Ser una biblioteca privada de uso público las limita pues es una figura poco corriente en España y "hace que no encajemos bien en ningún sitio". in embargo, tienen esperanza en que la nueva ley de bibliotecas contemple su existencia para seguir creciendo. Las voluntarias que se están dejando la piel en este proyecto tan singular confiesan que es una experiencia "muy gratificante". "Ver que gente del pueblo de setenta u ochenta años que antes no leía está haciéndolo es una pasada. Hasta se apuran entre ellas para recibir los libros", bromean, al tiempo que dan cuenta de la enorme ayuda que reciben de todo el pueblo y de gente anónima que les conoce y respalda su increíble trabajo. Explican que tratan de aprovechar todo lo que les ofrecen, por eso, los libros que no les interesan por estar desfasados o tenerlos repetidos los venden a tiendas de segunda mano para sacar fondos para otros nuevos y los liberan en una caseta colocada en el faro de Busto y donde ya han soltado más de 2.000. "No tener medios hace despertar la imaginación", bromean las voluntarias.
"Esta biblioteca es una maravilla, de lo mejor que le ha pasado al concejo en muchos años", sentencia Fernando Méndez, escritor y vecino de Cadavedo y uno de los colaboradores de este centro que se ha convertido en motor cultural de la localidad.
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