Cierra el restaurante más conocido de Trevías: "No hay relevo y estamos cansados", dicen los propietarios
El negocio, fundado en 1933, es solvente, pero "a veces nos sentimos como en una cárcel"

A.M.S.

José Ramón Pérez Álvarez (a punto de cumplir 65 años) tiene sentimientos encontrados. Siente pena, pero también está contento. Gerente del restaurante La Unión de Trevías, este domingo cerrará las puertas del que fue negocio familiar (se abrió en 1933, según sus cuentas) de toda la vida. "Jose", como popularmente es conocido en Trevías y también lejos de esta localidad, dedicó su vida a la hostelería. Recuerda cómo empezó todo, "con mucha ilusión". Y cómo siguió: "con la misma ilusión, pero cada vez con más carga de trabajo para menos".
Ahora llega la edad de jubilación y no hay relevo en la familia para ocuparse del negocio, razón por la que el popular restaurante, que es también pensión, echa el cerrojo. "Estamos muy cansados", reflexiona el hostelero. Habla en plural y se refiere a él y a su hermana, Belén. El hombre se ocupa de atender el bar y "un poco de todo" y la mujer de la cocina. Un trabajo, el último, que tiene muy estresada a Belén. De hecho, ella tiene 60 años, pero también se marcha y no titubea. "No aguantamos este tirón". Porque La Unión no cierra por un motivo económico (estos días han llenado el comedor para que los habituales disfruten del sello de la firma: su último cachopo "especial"). El negocio es solvente. Eso sí, ya no hay tanta energía. "Ya no tenemos años y a veces me siento como en una cárcel". El hostelero explica muy bien ese sentir contradictorio. Se queda en silencio y después pide que no se le malinterprete. "Estoy muy agradecido, pero la hostelería es muy dura y más cuando el negocio es familiar y trabaja aquí la familia; al final, estamos pendientes las 24 horas", señala.
El día que se hace este reportaje llueve en Trevías. No hay nadie en la terraza de La Unión. Cerca de la entrada al bar y restaurante, hay un carrito de la compra y un paraguas. Al entrar, varias mesas están ocupadas; hay gente en la barra y se nota que se conocen todos. Si entra un desconocido, observan. "Aquí da igual si llueve o si no lo hace; siempre hay gente", confiesa Jose. Para hacer la entrevista llega con una cuartilla donde ha escrito parte de la historia de la firma hostelera, "por si se me olvida algo". Volver al recuerdo pasa a veces factura y 'es' un poco "emocionarse".
Jose cuenta desde el principio. Su bisabuelo Eugenio Pérez era de Valsoredo, en Tineo. Le tocó la lotería, hizo las maletas y se fue a Madrid. "Pero claro, no le fue bien como esperaba y acabó en Segovia". Allí se hizo cargo de un bar llamado La Unión, sede de una tertulia literaria a la que acudía con frecuencia el mismo Antonio Machado. Razones de la vida, volvieron a Asturias y acabaron en Trevías, donde Ramón Pérez, hijo de Eugenio Pérez y peluquero de profesión, alquiló un bajo para su peluquería. "Pegado" a este edifico había un bar, llamado "La Flor". El abuelo de Jose lo alquiló y fundó La Unión. Año: 1933, según sus cálculos. "El abuelo continuó con la peluquería, pero era el que estaba detrás de todo en el bar", recuerda. Junto a su mujer y sus dos hijos, uno el padre de Jose, Antonio, y la obra la tía, María Jesús, el establecimiento continuó prosperando. De bar a restaurante, y de bar y restaurante a bar, restaurante y pensión.

Belén y José Ramón Pérez, en el bar. / A. M. Serrano
Antonio se casó con María Álvarez y ambos continuaron con el negocio junto a sus hijos, Jose y Belén, los mismos que tras cuatro generaciones, dicen adiós a la hostelería. En todos esos años se fraguaron muchos cambios. "El más importante en 1988, cuando se construyó todo lo nuevo", rememora Jose. Si el hostelero mira atrás, solo recuerda "mucho trabajo y tiempos mejores cuando estaba toda la familia, porque nos podíamos turnar y, por tanto, descansar algo y tener vacaciones".
El éxito definitivo se cosechó con las comidas. En La Unión 'se presume de' y se intuye la comida casera. El plato estrella de Belén, que heredó la buena cocina de su madre, María Álvarez, es el cachopo. ¿El secreto? "Receta de toda la vida, productos buenos y mucho cariño", porque Jose sabe que si no se cocina con cariño, "no sale igual". "Además, nuestro cachopo es especial, porque está frito, pero después se guisa", confiesa. La salsa "encanta" a los clientes que estos días no han parado de reservar mesa en busca del "último cachopo" de este conocido restaurante valdesano.
"No esperaba tantas llamadas de tanta gente", dice el gerente de la firma. Porque Jose y Belén anunciaron con un cartel el cierre del negocio. "Te dan la enhorabuena por la jubilación y también te transmiten tristeza", trasmite el hostelero quien reflexiona sobre el sector, y no es optimista. El motivo: "No se encuentra a gente para trabajar; no es gracioso estar trabajando cuando los demás están disfrutando". Él lo hizo porque eso le deparó el destino y a este nunca lo cuestionó. Recuerda que solo hubo bajón en los ingresos entre 2012 y 2013, es decir, "cuando llegó aquí la crisis". La pandemia "sí afectó, pero después el consumo se disparó porque la gente tenía muchas ganas de salir". Sobre la sociedad también tiene reflexiones. Desde la barra de un bar y atendiendo un comedor muchas veces "es inevitable escuchar conversaciones" y este hostelero se asusta un poco al recordar: "Por lo que oyes, vivimos una era trumpista total, aunque no me gusta mucho meterme en política".
La Unión se va también con la satisfacción de haber sido la sede de importantes campeonatos de ajedrez. Todavía es la pensión de referencia del equipo de la ONCE de ajedrez. "Ah, sí; de eso estamos muy orgullosos", señala el último propietario de la familia Pérez de La Unión. Y prosigue: "Hay que tener en cuenta que mi padre fundó el club", todavía activo.
Los hermanos, esta cuarta generación de hosteleros, dejan atrás jornadas maratonianas (de diez de la mañana a una de la madrugada en los días de más afluencia) y se despiden con mucho agradecimiento. "Solo doy las gracias", dice y las lágrimas en los ojos se disparan. "Esta despedida está siendo muy emocionante". Hoy, domingo, las personas habituales del café o de la comida de La Unión ya no tendrán oportunidad. "Hasta aquí llegamos". La puerta estará cerrada.
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