El surf trajo a Enrique Gárate a Tapia y él quiere devolverle al pueblo la afición por el skate
"El patinaje enseña a comprender que no todo es inmediato y que hay que tener paciencia y perseverar", señala el lucense, que acaba de abrir un parque cubierto en Salave

Enrique Gárate con una de las rampas instaladas en la nave. / T. Cascudo
El lucense Enrique Gárate conoció Tapia a finales de la década de los ochenta. Apasionado del surf, por aquel entonces la villa "era la meca", un lugar ineludible para cualquier aficionado al deporte de las olas. No se imaginaba que varias décadas después abriría un negocio en el concejo: Aloha, el primer parque de skate cubierto del Occidente. Con esta propuesta, que combina ocio y formación, busca también devolver a la comarca la pasión por el patinaje con skate o skateboarding.
En los años en los que Gárate descubrió Tapia funcionaba en la villa una pista de skate muy popular y conocida como "Abiyoyo". Sin embargo, esta y otras infraestructuras similares en la zona de la mariña lucense desaparecieron ,y con ellas, la afición al skate. "Se perdió la tradición y ahora hay que empezar desde cero", explica, al tiempo que relata que muchos de los que patinaban en su época traen ahora a sus hijos a aprender a sus clases.

Gárate muestra su colección de skate. / T. Cascudo
Volvamos al inicio. Cuando Gárate descubrió el surf y el skate, abandonó el resto de deportes que practicaba y cambió el foco. "El surf dio un giro a mi vida", cuenta este técnico deportivo que durante años ha impartido clases de surf, paddle surf, además de ejercer como guía de montaña. Al residir en Lugo, tenía difícil lo de hacer surf a diario y al skate hay que sumarle la limitación de vivir en una ciudad muy lluviosa. "No soportaba no poder patinar, tenía que buscarme la vida", relata. Se organizó con varios amigos y alquilaron un espacio para hacer, en 1994, un parque de skate cubierto. Él gestionaba las cuotas y fabricaba las rampas. Después de este vinieron otros parques similares, siempre gestionados por colectivos de aficionados y donde Gárate podía perfeccionar su técnica y dar rienda suelta a su pasión.
Pasó el tiempo y volvió a Tapia, donde le propusieron dar clases extraescolares de skate. "Me di cuenta de que salía de las clases feliz, los niños te contagian una alegría especial. Descubrí que tenía entre manos el trabajo que más feliz me había hecho en mi vida", relata. Empezó entonces a dar clases en diferentes concejos del Occidente y la Mariña de Lugo y decidió centrarse en este deporte. Ahí cobró fuerza la idea de hacer un parque cubierto en la zona y, tras casi un año buscando local, encontró una nave en la localidad tapiega de Salave que le encajaba como anillo al dedo. En enero abrió el Skatepark Indoor Aloha, que poco a poco va incorporando nuevas rampas fabricadas por el propio Gárate gracias a sus años de experiencia. "La primera la hice con 15 años", precisa.
Últimamente, piensa mucho en qué le aportó el skate y qué puede aportar ahora a los niños y lo tiene claro: "Es un deporte muy ligado a la creatividad, pues cada persona realiza sus maniobras concretas con su estilo personal, pero, además, con el skate se trabaja la concentración. Estoy comprobando que con niños inquietos y dinámicos se consigue la atención al momento presente y se ven resultados semana a semana. Aprenden a manejar la frustación, cuestión que va muy ligada al perfeccionismo. El aprendizaje de patinar con skate es gradual, lo que no te sale hoy te saldrá en semanas, pero lo importante es que disfrutan de cada clase". En tiempos de inmediatez, "el skate enseña a comprender que no todo es inmediato y que hay que tener paciencia y perseverar; además, te ayuda a superarte a ti mismo". Y, también, añade Gárate, los niños "mejoran la tolerancia a las caídas, comprobando que al realizar posiciones corporales correctas los golpes y caídas son leves".

Enrique Gárate, al fondo, supervisando al tapiego Samu Vior. / R. T. C.
Gárate se considera "un superviviente" por las pocas lesiones que tuvo a lo largo de su trayectoria como skater. Precisamente para frenar esas lesiones considera clave aprender con un profesional. "Es un deporte duro y sacrificado, donde el riesgo de lesiones es elevado, pero engancha mucho. Yo tenía dos sueños, uno era ser profesional del skate y ese no lo he logrado; pero el otro, era seguir patinando y surfeando hasta el último momento de mi vida y, por eso, siempre patiné con prudencia", apunta. En este sentido, aboga por la formación en escuelas, para corregir malas praxis y evitar el abandono por lesión: "Es la manera de aprender con buena base y criterios de seguridad, la manera de que una actividad difícil se convierta en accesible
En el parque cubierto de Salave, Gárate ofrece clases de iniciación y perfeccionamiento y, a la vez, la oportunidad de ir a patinar por libre pagando una entrada. "Tengo un precio popular porque es importante que se genere una cantera de jóvenes patinadores y que se recupere el interés por el patinaje", apunta. Además, hasta el 31 de marzo, está ofreciendo jornadas de puertas abiertas gratuitas para que la gente pueda conocer la instalación. Está muy contento con la acogida y ya cuenta con alumnos por toda la comarca, donde sigue impartiendo clases y dando a conocer un deporte que es olímpico desde los Juegos de Tokio, en 2020.

Gárate en su skatepark, preparando nuevas rampas. / T. Cascudo
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