Un viaje a Siero sin salir de Vegadeo: los estudiantes veigueños conocen el mercado de ganado y el museo El Taller de Títeres
"En las instalaciones ganaderas, un lujo para el concejo, se venden 110.000 reses al año", señala el cronista oficial del municipio

Juan José Domínguez, Joaquín Fernández y la docente Pilar Castro posan en el salon de actos del instituto. / T. Cascudo
A Vegadeo y Siero los separan 147 kilómetros, pero los estudiantes veigueños poco saben de este concejo ubicado "en el corazón de Asturias, entre los ríos Noreña y Nora y muy resguardado de los aires de la marina". Así lo describió su cronista oficial, Juan José Domínguez, que ayer participó en el XVII Foro Comunicación y Escuela del instituto veigueño para narrar un trocito de su concejo natal. Le tocó hablar del mercado de ganado de Pola de Siero y compartió mesa con Joaquín Hernández, que desveló los secretos de otro recurso sierense: el museo El Taller de Títeres, del Lugarín.
Domínguez repasó la trayectoria del mercado de ganado de La Pola, desde su emplazamiento histórico hasta las actuales instalaciones donde se venden alrededor de 110.00 animales al año. Con una facturación que supera los cincuenta millones anuales, opina el cronista que para Siero es "un lujo" disponer de este equipamiento.

Un momento de la ponencia. / T. Cascudo
El cronista contó muchas curiosidades como el hecho de que el 75% del ganado es comprado por gente de fuera de Asturias o que el récord de venta diario se alcanzó en diciembre del año pasado con 2.240 reses vendidas en una jornada. "El mercado actual son palabras mayores, pues tiene capacidad para 4.500 animales y abre los lunes y los jueves", apuntó sobre una instalación que cuenta con una gran bóveda de madera de 1.150 metros sin pilastras.
Y de la historia de la venta de ganado en el concejo, pasaron los alumnos a conocer la singular trayectoria vital de Joaquín Hernández que abrió en el Lugarín el museo "El Taller de Títeres" con el objetivo de reivindicar el valor de las marionetas y de la profesión de titiritero a la que se dedica desde los ochenta del pasado siglo. "Mi madre no lo entendía, lo veía como una tontería y por eso nació el museo, para demostrar que no lo es", defendió.
"Yo defino los títeres como esculturas que se pueden mover. De hecho, se convierten en títeres cuando se usan para contar historias o transmitir conocimiento", comenzó Hernández, al inicio de un relato en el que repasó la historia de los títeres, sus usos y variedades.
La semana que viene los estudiantes pasarán de la teoría a la práctica, pues podrán visitar físicamente ambos equipamientos.

Joaquín Hernández hace bailar un títere ante la mirada de los estudiantes. / T. Cascudo
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