Entrevista | Celsi Pérez Nutricionista y experta en psiconeuroinmunología y microbiota

"No debemos dejarnos llevar por los productos ‘especializados’"

"Tan importante como la calidad de los alimentos es el clima que se genera alrededor de los momentos de las comidas: es fundamental un clima de amor, tolerancia, respeto, comprensión y comunicación entre el niño y los cuidadores"

Celsi Pérez, con el río Negro al fondo.

Celsi Pérez, con el río Negro al fondo. / A. M. S.

Ana M. Serrano

Ana M. Serrano

Luarca (Valdés)

Celsi Pérez, nutricionista y experta en psiconeuroinmunología y microbiota, impartió una charla sobre infancia y nutrición en el colegio José García Fernández, de Luarca, y a continuación atendió a LA NUEVA ESPAÑA.

Participa en unas jornadas organizadas por una Escuela de Familias de Luarca. ¿Qué opina de este tipo de iniciativas?

Qué voy a decir. Como profesional y como madre me parecen maravillosas. Hay que hablar más de nutrición, hay que hablar más de emociones y hay que hablar más de alimentación.

¿Qué desconocemos de la nutrición?

Hoy en día disponemos de mucha información y, si la tomamos de fuentes fiables, y no del primero que la ofrece en redes sociales sin fundamento alguno, podemos llegar a adquirir conocimientos muy valiosos en materia de nutrición. La clave está en contemplar la nutrición como una parte de la vida de una persona, con todas las circunstancias que la rodean. Considerar a las personas como un todo y verlo desde un punto de vista más integrativo y darnos cuenta de que no solo se trata de energía y nutrientes, que se trata de alimentos, de emociones, de hormonas, de microbiota, de cultura, de tradiciones, etcétera. Es un conjunto de factores que implica y a la vez repercute en todos los aspectos de nuestra vida.

¿Qué es básico para tener una buena alimentación en la infancia?

Yo diría que es tener unos buenos cuidadores (risas). La calidad de los alimentos recibidos es, por supuesto, fundamental: frutas, verduras, proteínas de calidad (pescados, huevos, carnes magras...), legumbres, grasas de calidad... y siempre buscar alimentos frente a productos procesados. Las necesidades de los niños van variando en las diferentes etapas de la infancia y está bien estar informados para proporcionarles aquello que más necesitan. Pero tan importante como la calidad de los alimentos es el clima que se genera alrededor de los momentos de las comidas. Es fundamental un clima de amor, de tolerancia, de respeto, de comprensión y comunicación entre el niño y los cuidadores, un ambiente relajado y distendido en el que poder explorar, expresar y compartir no solo alimentos, sino experiencias, inquietudes, emociones...

¿Qué ganaríamos con ello?

Esto implicaría aspectos tan importantes como pueden ser el respeto ante sus sensaciones de hambre y saciedad, su capacidad de decisión al elegir unos alimentos u otros, el no utilizar los alimentos como premios, castigos, chantajes, moneda de cambio... Dejar que los niños jueguen, que participen y colaboren en las compras, en la preparación de los menús y las recetas en la medida de lo que puedan y de lo que los cuidadores consideren, que aporten sus ideas y sugerencias... Jugar con la comida no significa derrochar, sino aprovechar ese momento como una forma de expresión, de creatividad, de comunicación... Es un momento maravilloso para compartir y crear vínculos.

¿Cuál es la labor de esa persona cuidadora que es tal vital según su criterio?

Seleccionar los alimentos que ponemos a disposición de los niños. Si la oferta alimentaria es adecuada y los adultos predicamos con el ejemplo, y no solo con la palabra, ellos seguirán nuestros pasos ajustándose a sus propias preferencias, pero siempre dentro de un ambiente seguro y saludable.

¿Qué debemos olvidar aunque esté en nuestro acervo cultural y qué tenemos que potenciar en la dieta infantil?

Para mí sería importante transmitir la idea de que la comida es simplemente comida, que se le dé el valor que se merece, que es muchísimo, y que se utilice como herramienta para nuestro bienestar, para cuidar de nuestra salud, pero no con otro fin. El acervo cultural tiene un peso enorme a la hora de tomar decisiones en nuestra forma de alimentarnos. Por tradiciones, por religión, por niveles socioeconómicos... Al final, todo condiciona nuestra relación con la comida y eso es muy difícil de cambiar. Se necesitan periodos de tiempo muy largos para que se produzcan cambios. Y nuestro sentido de la lealtad a veces tiene más poder que nuestro pensamiento lógico. Pondría, por citar un ejemplo, no mejor que tantos otros que se me ocurren...

Por favor.

El hecho de "hay que comer todo lo que está en el plato". Entendemos que venimos de épocas de escasez, de mucha carencia, y que tener comida en el plato es un privilegio que debe ser bien valorado. Y estoy de acuerdo en educar para valorar los alimentos y servir con conciencia. Pero en ocasiones veo que quien decide servir no es el propio niño, sino que otra persona le sirve lo que él mismo considera adecuado.

¿Qué ocurre entonces?

No se respeta la sensación de saciedad del niño y se fuerza a comer en exceso solo por no dejar nada en el plato. Esto a largo plazo puede causar una confusión al interpretar las sensaciones de hambre y saciedad, perdiéndose y condicionando a ese futuro adulto a presentar dificultades en su relación con los alimentos.

¿Opciones?

Creo que deberíamos potenciar, por el contrario, una buena relación con la comida, educando, enseñando y no imponiendo. Dejando que los niños aprendan a ser conscientes del acto de comer, dando más valor al momento de las comidas y no haciéndolo con prisas ni ocupando ese tiempo en distracciones del tipo pantallas, que hacen que traguemos sin saber muy bien qué ni cuánto comemos. Fomentando una alimentación más consciente.

Cuente un mito arraigado y a desterrar.

El primero que se me ocurre al pensar también en la infancia es el de "el desayuno es la comida más importante del día", ya que muchas veces es causa de conflictos en los hogares cuando los niños no quieren desayunar y los cuidadores no están de acuerdo. ¡Fíjate qué manera de empezar el día! Desayuno significa romper el ayuno. Un ayuno que se produce durante las horas de sueño nocturno, pero no implica ni está demostrado científicamente que esto deba suceder en un momento específico o a una hora concreta. Lo que sí es importante es que, como en el resto de las tomas diarias, esta comida sea a base de alimentos saludables que aporten a nuestro organismo la energía y los nutrientes necesarios para un buen funcionamiento a todos los niveles: físico, mental, emocional... Resulta curioso cómo todavía sigue instaurada en muchos casos, afortunadamente cada vez menos, la idea de los "alimentos de desayuno", que vendrían siendo el pan, las galletas, la bollería, los cereales "de desayuno"... En ocasiones, y con suerte, se incluye la fruta, aunque muchas veces en forma de zumo, o el tomate, aguacate, o algún alimento salado tipo fiambre, embutido, huevos... Parece que tenemos asociados ciertos alimentos a cada toma durante el día y lo seguimos sin saber a veces por qué o sin dar la oportunidad a probar con otros alimentos que quizá para nosotros podrían funcionar mejor.

¿Y lo adecuado es?

Quería hacer referencia a que muchas veces se presiona a los niños a desayunar y la oferta que se les hace es de este tipo de alimentos que suelen implicar un lácteo, a menudo azucarado, y algún producto procesado o a base de harinas refinadas, azúcares, grasas de mala calidad... haciendo pasar a ese peque por un momento desagradable a nivel emocional y con una repercusión negativa sobre su salud y su metabolismo a corto, medio y largo plazo.

Dijo en la charla que un menor dice "no" a un alimento y no es capricho. Explique este concepto.

Puede haber muchos factores por los que un niño rechace un alimento. Lo primero es que, como individuos únicos e irrepetibles que somos, cada uno tiene sus gustos y preferencias... en ocasiones incluso pueden ser heredadas o adquiridas incluso antes del nacimiento. El ejemplo que ofrecemos los adultos tiene un peso enorme también en sus decisiones y elecciones. Si las demás personas alrededor detestan, por ejemplo, las verduras, no podemos esperar que los niños elijan este tipo de alimentos, pues los niños aprenden de su propia experiencia pero también de la observación de nuestras conductas. Por otra parte, existen mecanismos ancestrales, inherentes a nuestra especie, y que actúan desde lo más profundo de nuestra herencia genética como cazadores-recolectores, como por ejemplo la neofobia.

Que es...

Que es un miedo, un rechazo, hacia alimentos nuevos. Por otra parte, pero también un poco en la línea de la herencia genética, es algo normal que los niños tiendan a elegir aquellos alimentos que aportan una mayor densidad calórica, esto es, más energía en menos cantidad de alimento. ¿Y qué tipo de alimentos son esos? Pues los alimentos dulces y los grasos. Esto sería, en el pasado, en épocas de escasez, pura cuestión de supervivencia. Y nuestro cuerpo lo recuerda, aunque a día de hoy no haya problemas de escasez precisamente. Hay que aprender a ofrecer sin presionar, buscando formas y alternativas que puedan resultarles más agradables. Esperar al momento sin forzar y no agobiar.

¿Cómo debe ser la nutrición del futuro?

Creo que simplificar sería una buena idea. Hacer más compra de mercado tradicional y menos de lineales infinitos de supermercados con productos que si solo nos enseñan la etiqueta de los ingredientes no sabríamos ni qué son... Y, sobre todo, en el caso de los niños, no dejarnos llevar por productos "especializados" o dirigidos al público infantil, que, a menudo, resultan cómodos por el formato o porque simplemente les gustan por el tipo de ingredientes que llevan, generalmente de baja calidad nutricional, o por la publicidad que se les ha hecho. Una dieta del tipo dieta mediterránea y con productos de temporada y calidad. La nutrición del futuro debería encuadrarse en un estilo de vida: menos prisas, más cocinar, más tiempo al aire libre.

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