La orientadora de instituto que dice adiós tras 20 años de "conexión"

María Fernández, de Puerto de Vega, pide destino en un colegio de Infantil y Primaria de Gijón: "Ser orientadora es algo más que ayudar al profesor con un protocolo genérico, es acompañar cuando más lo necesita el alumno o la alumna y conocer sus circunstancias"

María Fernández, en el instituto Carmen y Severo Ochoa.

María Fernández, en el instituto Carmen y Severo Ochoa. / A. M. Serrano

Ana M. Serrano

Ana M. Serrano

Luarca (Valdés)

No se olvida fácil la sonrisa de María Fernández Fernández, la orientadora del Instituto Carmen y Severo Ochoa de Luarca que lo fue durante los últimos veinte años y ahora dice adiós. No se olvida esa sonrisa porque transmite alegría, calma y transparencia y porque, quizás gracias a ella (entiéndase la metáfora), muchos estudiantes pudieron superar alguna que otra crisis. 

María Fernández, con 48 años y natural de Puerto de Vega, llegó a trabajar al centro en el que estudió Bachiller después de un breve periplo como docente por otros institutos: Gijón, Cudillero y Cangas del Narcea. Sacó plaza fija en 2006 y entonces su sueño era vivir en Gijón, "una ciudad que siempre me gustó, pero mi padre me animó a venir a Luarca porque ese año no tenía todavía las llaves del piso que había comprado en Gijón; ¡qué cosas!". Lo se pensó que iba a ser algo pasajero se coló como dos décadas de trabajo. 

 La maestra de pedagogía terapéutica y psicopedagogía no se arrepiente de nada de lo que ha hecho durante estos largos años de trabajo "duro" pese a las caras, no siempre amables, que vio. Ella no lo dice, pero su historia revela algo profundo, una forma de trabajar que acompaña a un menor y a una familia en momentos importantes y duros. Ser orientadora "es algo más que ayudar al profesor con un protocolo genérico, es acompañar cuando más lo necesita el alumno o la alumna y conocer sus circunstancias". Y esa tarea si se hace con respeto y consciencia "no es fácil". 

Con el paso de los años se ha dado cuenta de que ha podido llevar a cabo muchos trabajar gracias al apoyo del equipo directivo. Su sala y despacho está pintada de colores y en ella se muestra un poco lo todo lo que trabaja con los estudiantes. "Lo más importante para mí ha sido, es y será que todos encuentran su punto fuerte", dice.

María Fernández en su despacho y sala.

María Fernández en su despacho y sala. / A. M. Serrano

En ese combate se mantuvo durante años, quizás peleando contra un sistema que tiende a pedir a todos los estudiantes el mismo nivel cuando sus cualidades son diferentes. Fue la promotora, por ejemplo, de recuperar la fiesta de curso con algún otro fin que disfrutar. «Es importante porque en ella los alumnos muestran los talentos que tienen, por ejemplo, más allá de las aulas y de lo académico», esgrime. 

María Fernández acudió a las tutorías fielmente y siempre tuvo un planteamiento diferente para un alumno de esos que, sin querer etiquetar, se considera disruptivo. Hubo mucho de sesiones individualizadas, talleres, acercamiento a las familias y, cómo no, esperanza. "Cuando otros dicen que no hay nada que hacer por este o aquel alumno..." no acaba la frase porque se emociona. Tampoco hace falta. Sus conclusiones se intuyen. Ahora cuenta con satisfacción que uno de los alumnos "por los que no se suele apostar" acabó los estudios de electromecánica de vehículos y soldadura. "Eso es una satisfacción", dice. 

Visceral y optimista

Esta orientadora visceral y optimista hablar sin tabúes de inteligencia emocional, educación afectivo-sexual o neurociencia aplicada al aprendizaje. Coordinó el programa Convivencia y el afectivo-sexual y de salud. Este curso, impartió "Voluntariado". "La solución no es echar a un alumno de clase cuando hace algo que no procede, es acompañarlo", afirma. Lo más importante: "Conectar con ellos" en una etapa de la vida "de mucho cambio".  

Si echa la vista atrás, se detiene en la pandemia y se pone seria. "Hay un antes y un después en los adolescentes; creo que nos relajamos con los dispositivos y eso generó y está generando mucho daño", opina. Alineada con las teorías que avalan el efecto fatal en un cerebro en desarrollo de la hiperconexión y la tenencia de móviles, asegura que hay mucho que hacer en este campo. "Las familias pueden, por ejemplo, formarse, estar implicadas, estar cerca del instituto...", dice. Su trabajo no siempre fue bien comprendido por sus compañeros, aunque los disculpa. "Un profesor que imparte una materia en el instituto, es especialista en esa materia, pero no conoce (al menos por estudios) cómo se desarrolla el cerebro". Detiene la conversión. Ella ahora, quiere hablar de agradecimientos, a profesores y a alumnado.   

Tracking Pixel Contents