Juan Luis Fernández, nuevo recitador de l’Amuravela, hace historia en Cudillero: "Es un honor y un reto"
El licenciado en Historia y hostelero en el negocio familiar, tiene 36 años y será el sustituto de Cesáreo Marqués, quien fue el pregonero durante las últimas cuatro décadas

Ana M. Serrano/ A. Domínguez

El pixueto Juan Luis Fernández Fernández, 36 años, hostelero y licenciado en Historia, se confiesa "tímido". El próximo domingo 29 de junio, día de San Pedro en Cudillero, tendrá que transformar esa timidez en arrojo. Hace falta decir porqué: será el nuevo recitador del sermón de l’Amuravela. Cesáreo Marqués lo hizo durante cuarenta años y ahora coge el testigo este joven de ascendencia pixueta por parte de padre que, "por echar l’Amuravela", "además, me caso".
Cuenta la anécdota. Un día le confesó a su novia su intención de subirse al barco más famoso de Cudillero para recitar. "Yo siempre digo que no me gusta ser el centro de atención ni el protagonista y eso de casarse... pues ya se sabe lo que pasa con los novios, que son los protagonistas", cuenta. Sin embargo, lo de "echar l’Amuravela" (como dicen en Cudillero) era otra cosa. Así que, con el sermón llega su boda en 2026 porque "si puedo con una cosa, podré con la otra" (ríe).
Que Juan Luis Fernández cuente esta anécdota habla del personaje: cercano y transparente, a la par que comprometido con la cultural local.
El domingo habrá miles de personas pendientes de un cambio que es histórico para Cudillero. Las personas duchas en esta tradición saben que este recital se escribe en pixuatu, que cuenta todo lo acontecido (e importante) durante los últimos doce meses a San Pedro y que contiene mucha ironía. Esta vez, como desde hace medio siglo, lo escribe Cesáreo Marqués.
Hay 650 versos, "algo menos que otros años"· para hacer más llevadera la transición. El personaje cambia, "pero no la esencia" y esa es precisamente la dificultad. Cambia también el apuntador, que pasará a ser Fernando López, nieto de la histórica Totó y sobrino del actual cronista oficial de Cudillero, Juan Luis Álvarez del Busto.
Pero volvamos al inicio. ¿Desde cuándo sabe Cesáreo Marqués que Juan Luis Fernández es su sucesor? "Pues casi desde el día que tuvo que leer el texto del Calvario", dice Marqués. Eso fue hace ya unos años. Lo voluntarioso que se muestra el próximo recitador de l’Amuravela para hacer posibles y valer las tradiciones de Cudillero es algo importante. Y Juan Luis tiene ese perfil.
"La primera vez que me lo propuso Cesáreo le dije: ‘Busca a otro’... ‘todavía queda tiempo’". Cesáreo Marqués sabía que no porque para comprometerse con esta tradición hace falta tiempo, pensarlo bien, ser conocedor de las dificultades que pueden surgir en el último momento, cuando ya no hay retorno y amar Cudillero.

Juan Luis Fernández y Cesáreo Marqués se saludan en la plaza de La Ribera. / A. M. Serrano
"Al final, es un honor, un reto, una gran responsabilidad; es la reunión pixueta por excelencia, más que la Nochebuena", dice Juan Luis Fernández. Él es hijo (por parte de padre) de pixueto. Su abuelo, Pumaceno Fernández, fundó el restaurante en el que hoy trabaja junto a sus hermanos Manuel Jesús y Paloma hace 40 años. Empezó compaginando hostelería y pesca pero pronto se dio cuenta de las posibilidades de un negocio en plena plaza de la Marina.
Desde un balcón del hoy restaurante "La Paloma" veía Juan Luis, siendo un niño, cómo Cesáreo Marqués recitaba l’Amuravela. Es como una obra de teatro, un monólogo y hay que aprender a recrearlo.
Por eso, a veces, en los ensayos previos de los nuevos recitador y apuntador participa Cesáreo Marqués. Hasta que Juan Luis Fernández (u otra persona) no se atreva a escribir el sermón, Marqués tiene que estar detrás de todo.
"Escribo con una intencionalidad y por ello a veces conviene que esté en los ensayos, pero esto ya es cosa de Juan Luis y Fernando López", opina, plenamente convencido del talento y destreza de ambos.

Juan Luis Fernández, con el icónico anfiteatro de Cudillero al fondo. / A. M. Serrano
L’Amuravela se empieza a redactar habitualmente en mayo. Surgen los primeros versos para recordar lo acontecido en los últimos doce meses: de 29 de junio a 29 de junio. Juan Luis Fernández asegura que coge el testigo con alegría y que está "preparado" para lo que llega. Es conocedor de que este es un momento importante para Cudillero.
Lo fácil, memorizarlo
Lo fácil para él es estudiar el sermón, "memorizarlo" porque fue buen estudiante y además, siendo alumno de Historia, "estas cosas las llevamos bien". Lo difícil, sustituir a Cesáreo "porque son muchas las generaciones que ya se acostumbraron a su l’Amuravela". Será una gran responsabilidad subirse al barco que como todos los años reside y domina la plaza durante la mañana de San Pedro.
Habrá miles de personas mirando al margen de las condiciones meteorológicas, como se sabe por experiencia. "Allí arriba lo ves todo, las caras que están poniendo, si el texto está gustando, si hace falta elevar más la voz...", relata Cesáreo Marqués mientras su sucesor escucha atento. "Si hay esos momentos bajos, yo estaré allí y levantaré los brazos", ríe Marqués.
Juan Luis Fernández, como es tradición, podrá beber "algo" entre verso y verso y será, como hacía su antecesor, "vino blanco". El traje de marinero está preparado como las botas de agua. También hay que trabajar la actitud. "Algo así lo haces por amor, por sentimiento, no por protagonismo". Además Juan Luis es historiador por sus estudios y saber valorar el documento.
"Este sermón es un tesoro", opina y dice el motivo. "Desde que tengo conciencia de lo importante que es este sermón, lo guardo", confiesa. Tiene todos los libros que se reparten durante el día de San Pedro en una estantería y "alucino cuando pienso que ahí está condensada la historia de Cudillero, del país, del planeta", según los ojos de un pixueto.

Los dos recitadores, en Cudillero. / A. M. Serrano
No muestra nerviosismo aunque sabe que ese día "habrá mucha emoción". Mientras Cesáreo Marqués no pasó un junio "tan relajado desde hace 40 años", Juan Luis Fernández recita "en casa, en el coche, hasta durmiendo". Espera sacar buena nota, sentir el amor del pueblo y que todo salga "lo mejor posible".
En los días sucesivos promete repasar cada verso porque sé "algo de pixuatu, como expresiones o palabras sueltas, pero no todo". Conviene estar lo mejor preparado posible para un día tan señalado. "Confío plenamente en él", dice Cesáreo Marqués y el nuevo recitador sonríe.
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