Inma Parrondo, hija del decorador fallecido Gil Parrondo (Luarca): "Para mi padre el cine era una fábrica de sueños que tenía que hacer olvidar la realidad"
"Nos gustaría que Madrid le dedique una exposición y esperamos que en el nuevo Museo del Cine tenga un lugar para evocar su trayectoria"

A.M.S. / J.A.

Inma Parrondo (1957, Madrid) es la hija de Gil Parrondo que mejor explica en público su legado. Médico de profesión, vivió muchos años en París, "viajé mucho y ahora estoy afincada en Madrid y felizmente jubilada. La que fue portavoz de la familia durante la inauguración de la exposición sobre Gil Parrondo que muestra la Casa de las Artes y de las Ciencias de Luarca es la primera de cinco hermanos. Le siguen Miguel (quien falleció en un accidente), Clara, Alberto y Ana Luz. Inma Parrondo no oculta su pasión por el trabajo de su padre, su interés en la muestra comisariada por Óscar Sempere, su necesidad de que todo luzca como a su padre le hubiera gustado. Habla de Gil Parrondo como hija, pero también como profesional porque no solo se sabe al detalle la obra de su padre, también la cuenta con perfil de especialista.
-Gil Parrondo está otra vez en Luarca. ¿Qué opina de la exposición y de que parte del legado material de la familia descanse en Valdés?
-Nuestro padre siempre quiso descansar en Luarca, el lugar donde nació. Y mirando al mar y a los montes. Ahora se puede descubrir su trayectoria en la Casa de Las Artes y las Ciencias viendo por las ventanas ese paisaje tan querido por él. Estaría muy agradecido al Ayuntamiento de Valdés por, una vez más, mostrar su interés por un 'pesquito' que llegó a ser reconocido por Hollywood como uno de los grandes del cine. Y, en partícular, estaría agradecido al concejal Ismael Gonzalez, que ha dedicado tanto esfuerzo a hacerlo realidad.
-Cuéntenos qué ve usted en esta exposición.
-Comisariada magníficamente por Óscar Sempere, colaborador suyo y ahora director de arte, intenta resumir su trayectoria y acercar la profesión al público, a través de textos, bocetos, fotogramas de películas, citas de Gil sobre su trabajo, e incluso un video suyo que explica mejor que nadie lo que es ser 'decorador'. Hemos cedido al Ayuntamiento obras significativas: dibujos de su amada casa de Llendelabarca, donde vivió la parte más feliz de su infancia y la vista del puerto de Luarca, un boceto de un decorado maravilloso de 'Los niños del Brasil', dirigida por su gran amigo Frank Shaffner , otro de 'El viejo que leía novelas de amor' de Rolf de Heer, basado en la novela de Luis Sepúlveda, que residió en Gijón, ambos con sus colores predilectos, así como unos para 'La Regenta', serie magistralmente dirigida por Fernando Mendez-Leite que hace revivir la Vetusta decimonónica, el bar España para 'You´re the one', donde J.L. Garci vuelve a la vida Llendelabarca y nos hace compartir el amor de ambos por el cine americano, el cartel de 'Hotel Danubio' de A. Gimenez-Rico, la nueva versión de 'Los peces rojos' en la que Gil Parrondo también participó y las habitaciones de 'La hora de los valientes' del recordado Mercero con un joven protagonista que vivió la guerra como Gil. Y cartas, periódicos, documentos que ayudan a poner en contexto su trabajo, así como premios.

Primer plano de Inma Parrondo observando un panel de la muestra. / Ana M. Serrano
-¿Qué no sabemos de Gil Parrondo? Háblenos de esa faceta familiar menos conocida.
-Gil era un hombre de familia. Cuando estaba en Madrid visitaba a su madre todos los días si no terminaba excesivamente tarde; hablaba mucho por teléfono con sus hermanas y primas, siempre mantuvo el contacto con Asturias, el paraíso de su niñez y nos hizo amarlo. Le gustaba estar rodeado de plantas, las cuidaba y nos trasmitió esa pasión. Y la de la lectura. Hablábamos de novelas y de poesía, consultábamos la enciclopedia Espasa, a la que él atribuía toda su cultura. La leía de niño. No estuvo muy presente en nuestra infancia porque siempre estaba trabajando y creo que por eso disfrutó tanto de la de sus nietas. Estaba muy enamorado de su mujer, Gaby, en la que delegaba totalmente la gestión de la familia. Recuerdo verlos bailar en el salón de casa mientras tatareaba "El Danubio azul". Tenía muy buen oído y cantaba de maravilla, a menudo se lanzaba con una "asturianada" o con una copla de Concha Piquer.
Siempre veía algo bueno, hasta en la peor película
-¿Qué cree que opinaría del cine actual y de la irrupción de las grandes plataformas de contenido audiovisual?
-Todo lo que era cine le fascinaba, siempre veía algo bueno hasta en la peor película, y admiraba mucho a los directores jóvenes, a los que osaban hacer algo distinto. Solo le oía protestar por la mala dicción de algunos actores o el sonido, decía que no se entendían los diálogos y que eso no podía ser, que estropeaba la película. Al final de sus días disfrutaba mucho con los documentales en las plataformas. Y veía mucho cine en la tele, particularmente grandes clásicos. Cuando estaba un poco decaído, nuestra madre le decía: “Pon Gilda” y con su adorada Rita Hayworth se le pasaban todos los males. Eso sí, si veía una película en la tele, había que estar en silencio, como en el cine.
Creo que el acercar el cine al público le habría gustado, aunque consideraba que la magia de una sala a oscuras y en silencio, con gran pantalla y buen sonido, era la mejor manera de ver una película.
-Ir al cine. ¿Cómo vivía su padre esa experiencia?
-Le gustaba, sin palomitas, claro, pero no aceptaba hacer cola para sacar entradas, hablo de cuando solo se vendían en las taquillas. Decía que había hecho muchas colas en la guerra y que no hacía ni una más. Recuerdo ir con él a ver las películas candidatas a los Oscar y luego comentarlas en el camino de vuelta a casa. Era increíble lo que él veía, como analizaba las escenas, la luz, los movimientos de los actores en los decorados, si estos tenían la pátina adecuada, si el vestuario correspondía no solo a la historia sino también al carácter de los personajes.Y la dirección, la cámara, en fin, hacía un “escáner” de la película y yo me preguntaba si habíamos visto la misma.

Vitrina donde se muestra el material de dibujo de Gil Parrondo. / Ana M. Serrano
-¿Cree que están suficientemente recordados sus méritos? ¿Qué cree que falta por hacer?
-Gil Parrondo era un hombre muy humilde, nunca presumía de sus premios. Me hizo prometer que nunca reclamaríamos el Oscar por “Dr. Zhivago”, que le hubiera correspondido, si no hubiera decidido la productora poner solo a los americanos en los créditos oficiales.
La verdad es que nos gustaría que Madrid le dedique una exposición, ahora estamos trabajando en una posibilidad, pero es pronto para dar detalles. Y esperamos que en el nuevo Museo del Cine haya un lugar para evocar su trayectoria.
Pero lo más importante es que siga vivo a través de la magia que transmiten sus decorados, que siga habiendo espectadores que se emocionen, que disfruten con una peli, aunque no se den cuenta de la importancia de los decorados y de todos los profesionales que intervienen para que la película “funcione” como decía él.
-Su padre destacaba por su bonhomía. ¿Quién fue influyente en su infancia y vida?
-Y era además un hombre bueno. Le influyeron mucho sus tías de Llendelabarca, tía Carmina y tía Luz, con las que convivió de pequeño, que le enseñaron el amor a la naturaleza, a apreciar la literatura, el naturismo y la homeopatía. Y claro está el cine que descubrió durante la guerra ya en Madrid, la belleza del cine. Él quería que todo fuese armonía como en una bonita película, que no hubiera estridencias ni peleas, y por eso era muy conciliador, y como él decía, de buen conformar. Decidió que era cosa de cada uno ver “la botella medio llena o medio vacía” y que si te decantabas por “medio llena” eras mucho más feliz. Por último, su pasión por lo que hacía, por su profesión, le hizo disfrutar cada día de su vida, no quería jubilarse, porque como decía: “no trabajo, disfruto”.
La habilidad con el lápiz: "Con cuatro trazos creaba un espacio"
-¿Qué recuerdo hay en la exposición de Luarca que es una joya? Imagino que para usted serán todos, pero si tuviera que elegir uno... Explíquenos su historia.
-Para mí, hay un dibujo en el expositor con sus útiles de trabajo que resume su esencia. Es un boceto a lápiz y aguada, sin terminar, sobre el cielo nuboso de Madrid, la silueta de San Francisco el Grande y los lavaderos a orillas del Manzanares en primer plano, solo esbozados. Muestra su habilidad con el lápiz: con cuatro trazos creaba un espacio, y su sentido del color, ese verde ceniciento que tanto le gustaba por ser apaciguador, trasmitido con una pincelada de acuarela. Es una vista de Madrid, su ciudad de adopción, que recuerda un boceto de uno de los tapices de Goya: “La pradera de San Isidro”, al que admiraba.

Inma Parrondo en un rincón de la exposición. / Ana M. Serrano
-Usted es una fiel defensora del cine de equipo. Es decir, los más mediáticos son los actores y actrices y el director o directora.
-Si preguntas a cualquier espectador que hable de cine, seguro que cita nombres de directores, actores y actrices, a lo mejor un par de creadores de bandas sonoras. Pero si preguntas por guionista, director de fotografía, decorador, figurinista, maquillador, atrecista, montador, jefe de producción, no creo que salgan muchos nombres. Y todos son indispensables para hacer una buena película. El cine es como una orquesta: cada instrumento tiene su papel, y si falla uno, se nota en el resultado final.
-N siendo especialista del sector por razón de estudios, pero sí la hija de Gil Parrondo. ¿Falta algo en el cine actual?
--No me atrevo a opinar sobre esto. Como espectadora, creo que sigue habiendo muy buenas películas, aunque desde mi punto de vista se sacrifica a veces la calidad en favor de la compatibilidad para verlas en tablets o teléfonos. Por ejemplo, con planos sencillos, diálogos -cortos, decorados pequeños. Digo esto, pero también hay series magníficas, dignas de los mejores años de Hollywood.
-Cuéntenos un momento bueno y uno malo de la vida de su padre.
-Buenos, él diría que muchos, muchísimos, que la vida se ha portado muy bien con él: “Somos una familia estupenda, tenemos una casa donde no llueve, comemos a fin de mes y me gusta mi trabajo, ¿qué más se puede pedir?” nos decía.
Mal, el fallecimiento de su hijo Miguelen un accidente a los 33 años.
El cine como una fábrica de sueños
-¿Cómo definía Gil Parrondo el cine, en qué se inspiraba y cuál era su director de cine favorito?
-Para él, el cine era “una fábrica de sueños”, que tenía que hacer olvidar la realidad y a la vez hacer que el espectador sintiera que lo que veía era real, aunque fuera una realidad efímera y creada. Su referente siempre fue el cine clásico americano. Admiraba a George Cukor desde niño, fascinado por “Margarita Gautier” y “David Copperfield” y fue para él un gran honor trabajar con él en “Viajes con mi tía”. Decía que David Lean era un mago, que sus películas tienen un halo especial, rodaba de una forma personal y que haber trabajado con él en “Dr.Zhivago” y “Lawrence de Arabia” fue una experiencia única. Disfrutaba mucho creando decorados en un plató, en eso coincidía con J.L. Garci, con el que trabajó en tantas películas y con quién compartía ese amor por los clásicos. Pero también era muy feliz buscando exteriores, encontrando el sitio perfecto, como la casa en la que transcurren casi todas las escenas de “Las bicicletas son para el verano”, fantásticamente dirigida por Jaime Chávarri, con quien se entendía de maravilla. Gil nunca hablaría de un favorito, citaría a muchos.

La hija mayor de Gil Parrondo en el centro de la exposición. / Ana M. Serrano
-¿Cómo definiría usted a Gil Parrondo como padre y como creador artístico?
-Como un amante de la estética, muy culto, incansable, positivo, que hacía todo fácil, humilde, no daba nunca lecciones a nadie, respetuoso de los demás y con un espíritu de ayudar siempre: “Eso te lo arreglo yo” era una de sus frases cuando se planteaba un problema en un rodaje o un director quería una localización que parecía imposible. Como padre, diría que me inculcó la importancia del trabajo bien hecho, a no escatimar esfuerzo. Y, lo más importante, a mirar y encontrar la belleza. Siempre hay algo bello y bueno en todo, hasta en lo que parece a primera vista terrible.
-Exprese en una frase su legado.
“Pasión y rigor”. Pasión por su profesión, por el cine; y rigor en dar siempre lo mejor, lo más perfecto.
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