Saltar al contenido principalSaltar al pie de página

La centenaria de Valdés que hace su cama y se ducha sola: "En la vida, para estar sano, hay que trabajar"

Amparo Pérez, "Amparín", se mantiene activa a sus 100 años en la residencia Abhal de Luarca y lanza un mensaje: para alargar la vida, "hay que tener la mente ocupada"

La centenaria de Valdés que hace su cama y se ducha sola: "En la vida, para estar sano, hay que trabajar"

Ana M. Serrano / Amor Domínguez

Ana M. Serrano

Ana M. Serrano

Luarca (Valdés)

Amparo Pérez García tiene 100 años y tuvo hasta la fecha "una vida feliz". Lo dice sin tapujos, riendo, con una memoria digna de estudio, recordando sus andanzas de niña y los años que compartió con su marido ya fallecido: "el mejor (para ella) hombre del mundo". Nacida en Boal, sexta de 13 hermanos supo pronto "por desgracia" lo que era pasar hambre y tener que emigrar. Lo hizo a Navia con tan solo seis años cuando la necesidad apuraba y ella se vio obligada a cuidar a bebés.

Primero el de la maestra y más tarde a cuatro niños en Navia. "Yo tenía entonces diez años y todavía me acuerdo de bajar con esos cuatro niños a jugar a Los Jardinillos", dice. Estaba interna en casas de familias conocidas por la suya. Solo en Navia, cuidó, dice, de 22 niños y esos menores le dieron grandes lecciones de vida. "Era un gusto estar con ellos; no me podía quejar". Eso sí, tuvo que abandonar una de aquellas casas a petición de su madre "porque un buen día bajó de Boal a visitarme y me vio tan delgada que me dijo: "Para casa". Sin embargo, como si el destino quisiera que "Amparín, como se la conoce, volviera a la capital naviega, "pronto salió otro trabajo y vuelta a Navia".

Dos bodas en una

Los años pasaron rápido para una niña concentrada en la atención a menores. "Nunca los castigué, simplemente les decía: "No se hace eso"", cuenta. Y esas anécdotas cuentan mucho de su forma de ser: afable y cariñosa. En Navia, conoció a su marido. Amparín recuerda bien cuándo se casó: fue el 15 de enero de 1949 en Boal. "Además, mi boda fue muy 'sonada' porque nos casamos el mismo día dos hermanas", explica y brotan las sonrisas. A partir de entonces, su vida cambió porque cambió su trabajo.

No fue niñera ("solo de mis hijos"), y se dedicó a tejer. Una anécdota más: "Compré una máquina en Luarca y vino a casa dos días una mujer para enseñarme a utilizarla, pero yo no sabía muy bien pese a esas lecciones y como había que volver a pagar para una tercera visita, pues me volví loca para aprender sola". La valentía de Amparo Pérez también enfrentó la dura enfermedad.

Amparo Pérez, nacida el 28 de septiembre de 1925.

Amparo Pérez, nacida el 28 de septiembre de 1925. / Ana M. Serrano

Dice que tuvo pocas dolencias, pero las que tuvo "eran muy malas". Pasó "muchos dolores", tantos que al recordarlos llora, por una enfermedad de la vejiga y otra del intestino. "Uf, yo recuerdo llorar y llorar solo de dolor", detalla. Tras visitas a varios médicos por fin llegó la solución y Amparín, ya con cinco hijos y el siempre "apoyo" de su marido siguió con su vida. Su esposo tenía una tienda de electrodomésticos"aunque lo que realmente le gustaba era ir a la madera, otro trabajo que tenía", dice esta boalesa centenaria.

Tejer hasta las dos de la madrugada

Amparín tejía "hasta las dos de la madrugada porque había que sacar adelante a la familia". Si tiene que recomendar algo es eso: "Trabajo". "Hay que tener la mente ocupada y si trabajas, la tienes", opina. Además, "la paciencia es importante y creo que eso de ir de fiesta siempre, no es bueno", afirma. Ahora asegura que le da "mucha pena" ver a los niños que pasan hambre y no puede ver las imágenes que llegan, por ejemplo, de Gaza. Llora. "Eso no puede ser". Tiene cinco hijos, 11 nietos, 10 bisnietos y uno en camino y hace unos días celebró con ellos sus 100 años. En realidad sopló las velas el 28 de septiembre. "No me olvido de la fecha porque tiene truco, es el día de Villaoril", cuenta. Le da mucha importancia a la familia y dice que fue "la mujer más feliz del mundo" con su marido y sus hijos.

Amparo Pérez, durante la entrevista

Amparo Pérez, durante la entrevista / Ana M. Serrano

Ahora, le gusta la vida tranquila: pasear siempre que se puede por la residencia Abhal, donde vive, ir a misa y terapias varias, y ver la tele. Hace su propia cama, se ducha sola y solo tiene buenas palabras para las trabajadoras de la residencia de Luarca, a que llegó en el año 2023. En particular, se acuerda de Tamara: "Es como una hija", destaca. Hace poco estuvo ingresada en el hospital comarcal de Jarrio por una infección respiratoria "y yo ya decía a los médicos que me quería ir a mi casa, que es esta", dice y señala la residencia. Por lo demás, se confiesa agradecida y una persona "que se conforma con poco": "Ahora ya que venga lo que tenga que venir, yo fui feliz".

Tracking Pixel Contents