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Casa del Marineiro cierra por descanso: la historia de esta explotación ganadera de Tapia con dos siglos de historia

"Una vaca tiene que dar unos 20 litros diarios de leche, si no, no es rentable", apunta Ramón Llanes que regenta la explotación junto a Marta Suárez

José Suárez, fundador de la ganadería, en una imagen de en torno a 1950 tomada delante de Casa del Marineiro.

José Suárez, fundador de la ganadería, en una imagen de en torno a 1950 tomada delante de Casa del Marineiro. / R. F. M.

Félix Martín

Félix Martín

A mitad del siglo XIX, aproximadamente, los abuelos de Marta Suárez, propietaria actual de la conocida como Casa del Marineiro, en Mántaras (Tapia), iniciaron su actividad agroganadera con apenas un par de vacas. Con esfuerzo y mucha inversión se modernizó y mejoró una explotación láctea que llegó a tener unas sesenta cabezas de ganado. Ahora, tras dos siglos de historia, echa el cierre por la jubliación de sus actuales responsables.

La segunda generación de Casa del Marineiro, formada por Vicente Suárez y Fermina Fernández, tuvo que ajustarse a las necesidades de unos tiempos muy duros, comenzando con ocho cabezas en una pequeña cuadra contigua a la casa a la que se accedía por la cocina. Un solo bidón de leche cada día, y todas las vacas bautizadas a la antigua: "Tenían que estar dos días en el monte recogiendo gancella; luego bajarla con remolque y meterla mullida en la cuadra, para que las vacas pudieran dormir encima".

En 1986 Marta se casó con el vegadense Ramón Llanes (que nunca había trabajado en el campo), asumiendo ambos la tarea con una docena de cabezas, y una continua y fortísima inversión en maquinaria (sólo habían heredado un tractor "Ebro super 55" y una vieja segadora). También apostando por el ordeño en circuito eléctrico suministrando leche primero a la empresa Nestlé, y posteriormente y hasta la actualidad a la Central Lechera Asturiana. Continuaron invirtiendo siempre para mejorar la calidad de su vaquería, renovando cada año el ganado de cuarto parto por nuevas cabezas jóvenes (cada vaca dura unos siete años, aproximadamente), a la vez que contratando ensiladores, cosechadores, empacadores...

Han llegado a tener 60 cabezas de ganado, confortablemente estabuladas durmiendo en una capa de latex colocada debajo de una gran lona, y que cada cinco años precisa una costosísima renovación. En verano y cuando aprieta el calor, la cuadra se llena de ventiladores para todo el ganado.

Mejoras en maquinaria

Partidarios de comprar la maquinaria justa y necesaria, sin despilfarro alguno, Marta y Ramón fueron adquiriendo otros cuatro tractores, una pala mecánica, otra para el carro mezclador, y una cuba para echar el purín. Y a todo esto, siempre, pendientes de las malditas cuotas de leche que, so pena de sanción, no se podían superar.

La jornada empieza a las 5:45 de la madrugada para limpiar las parrillas, los pasillos y preparar el ordeño con dos horas de duración desde las 6:45 horas. A las 8:30 se suministra el carro mezclador (una especie de termomix), donde el profesional neutrólogo marca las proporciones de la ración de comida, de alfalfa, de silo de hierba o de pienso y siempre a la espera de conformidad, o de las indicaciones para aumentar las dosis, por ejemplo, de grasa o de proteínas. "Una vaca tiene que dar unos 20 litros diarios de leche, si no, no es rentable", apunta Ramón.

A las 9:30 de nuevo a limpiar los pasillos hasta las 11:30, y cada poco arrimando la comida al ganado hasta la hora del almuerzo de la pareja. Por la tarde, el segundo ordeño. "Las vacas son como un reloj, si te pasas un poco, ellas te avisan", apuntan. A todo esto, y si no hay contingencias mayores, es decir, alguna vaca herida, o pendiente de parto, Marta y Ramón se disponen a cenar.

Sin descanso

Con dos hijos establecidos en Oviedo orientados al estudio, y tras más de 40 años de durísima tarea agroganadera, esta pareja que ahora se jubila, tan sólo han disfrutado dos días de vacaciones para asistir a la boda de un sobrino en la ciudad de Vigo. "Alguna vez hemos ido a Tapia a la procesión de la Virgen del Carmen, pero siempre pendientes del ganado, y de la hora del ordeño. Esto te va consumiendo, ni puedes ir invitado, ni recibir invitados. Si vas a una comida con unos amigos, tenemos que regresar, sin ni siquiera tomar el café", relata la pareja.

Desde fuera, la pulcritud y la ordenación de todas las instalaciones exteriores e interiores de esta ganadería tapiega, llaman la atención en pleno Camino de Santiago. A partir de ahora y con méritos más que acreditados, Casa del Marineiro, cierra por descanso.

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