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Los apicultores en la feria de la Miel de Boal: "Tenemos problemas con la velutina, pero el mundo de este insecto nos mantiene arriba, es fascinante"

Los profesionales ven como la producción merma, pero no pierden la esperanza

María José Freire, de Castrillón, en Boal, en su stand.

María José Freire, de Castrillón, en Boal, en su stand. / Ana M. Serrano

Ana M. Serrano

Ana M. Serrano

Boal

El polideportivo de Boal huele una vez al año a miel, a cera y a humo de ahumador. Entre puestos y tarros dorados, los apicultores asturianos se dan cita un año más en la Feria de la Miel de Boal, un encuentro que ya suma 38 ediciones y que durante todo el fin de semana volvió a ser el gran escaparate del sector.

Pero más allá de las ventas y el ambiente festivo, hay una preocupación que se repite en todas las conversaciones: el impacto de la avispa asiática o velutina en las colmenas y su producción´n. "Las atacan a diario", dice José Freire, de 65 años, apicultora boalesa, quien heredó la afición de su padre.

"Pierdo la mitad de la producción cada año. Ponemos trampas, pero no basta", añade. Mantiene sus colmenas más por orgullo que por rentabilidad, solo para tener miel para casa y para esta feria a la que acude desde que nació.

Bajar la guardia

En los pasillos del recinto, la misma inquietud se escucha una y otra vez. José Luis Rancaño, de Pesoz, lleva siete años entre abejas. "La administración ha bajado la guardia. Antes se trampeaba más y mejor", afirma. Aun así, celebra el ambiente del certamen: "La de Boal es la mejor feria de Asturias. Aquí nos conocemos todos y siempre surgen nuevos contactos", opina.

Almudena Fernández, en su puesto.

Almudena Fernández, en su puesto. / Ana M. Serrano

Desde Taramundi, Almudena Fernández y su marido, Pablo Cotarelo, exponen sus productos junto a la miel: jabones, bálsamos y velas hechos con cera. Pero su año tampoco fue fácil. "El oso nos destrozó 22 de 75 colmenas. Si antes teníamos dos toneladas, ahora nos queda una. Aun así, no pensamos dejarlo", explica Almudena.

Eso sí, no cambia su destino porque "el mundo de las abejas es fascinante y eso hace que nos mantengamos arriba. Ver cómo se organizan, te atrapa. Yo aprendo cada día".

José Luis Rancaño, de Sanzo, en Pesoz, en su expositor.

José Luis Rancaño, de Sanzo, en Pesoz, en su expositor. / Ana M. Serrano

Naturaleza y autenticidad

Entre los apicultores también está el leonés Roberto Fernández, con colmenas en Barrios de Luna. Produce unos 1.000 kilos por temporada y no falta a la cita boalesa desde que la conoció hace cuatro años. "Aquí se respira naturaleza y autenticidad. No se puede pedir más", asegura.

El panorama no es sencillo. Lo resume Juan Antonio García, de Santa Eulalia de Oscos, que produce 2.500 kilos de miel al año: "Los problemas son los mismos de siempre: la varroa, la velutina y la falta de apoyo. Pero las ferias funcionan, y Boal es el mejor ejemplo", apunta.

Roberto Fernández atiende su puesto, en la 38ª Feria de la Miel de Boal.

Roberto Fernández atiende su puesto, en la 38ª Feria de la Miel de Boal. / Ana M. Serrano

Entre charlas, degustaciones y mieles de todos los colores, los apicultores comparten más que negocio: comparten resistencia. En un sector golpeado por plagas, animales y algo, dicen, de desinterés institucional, pero su pasión por las abejas sigue siendo el pegamento que los une a las colmenas.

Porque, como dice María José Freire, mirando sus tarros alineados sobre la mesa: "Mientras ellas sigan volando, nosotros seguiremos aquí".

La feria cerró este domingo las puertas con éxito, eso sí, de ventas.

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