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Arar sin cuchar

La prohibición de Bruselas de usar el cucho para las fincas para retroceder un siglo

Eran aquellos tiempos en los que en las caserías en que había un monte con buena tierra, no muy inclinado y mirando al sol de la mañana, se hacían unas andechas para cavarlo, arrancar las raíces, sacar las piedras mayores y sembrar trigo o centeno. Se le llamaba la cavada, y en pocos años se convertía, con mucho cucho, en tierra productiva. De ahí que había que ir a rozar casi todos los días para traer fulecho y hierba vieja suficiente para la cama de las vacas. Privaba la producción de cucho. Ya se decía aquello de que "Dios y el cucho pueden mucho, pero sobre todo el cucho".

Se hicieron, a mediados del pasado siglo, estercoleros cubiertos con paredes de piedra o ladrillo y ahí se echaba el cucho a diario, con riego abundante de purines, utilizando el sistema de la cuerda y el caldero. La llousa -tierras de maíz- se empezaba a cuchar a primeros de abril. Echar el cucho al riego con la pala de dientes era imprescindible hasta que llegó el arado "belga", con vertedera, que lo hacía todo: cuchar y arar. En las brañas, con tierras de gran pendiente, se cuchaba con una rama grande de un árbol arrastrando la pesada carga por toda la finca.

Llegaron los tractores con sus múltiples aperos y todo aquel trabajo se simplificó. Todo era Jauja hasta que comenzaron a imponerse las múltiples prohibiciones tales como coger manzanilla para el consumo casero, pescar truchas a mano -con lo difícil que es el atraparlas- cortar un árbol pingón sobre un tejado, quemar los plásticos de los silos, poner red a los arbeyos para que no los coman los pájaros, sulfatar con productos totales para eliminar las malas hierbas y tener más de siete pitas porque de ahí hacia arriba ya consideran que tienes una granja. Y casi lo último, sembrar el maíz con un producto que aleje a los cuervos a varios kilómetros de distancia. A un amigo mío de Borducedo de Salas le dijo una funcionaria de la Consejería, cuando fue a denunciar que los cuervos no le habían dejado germinar el maíz de toda una sementera, que "en Asturias, señor, no hay cuervos; son cornejas". No sé qué pintan los seis cuervos en el escudo de Pravia.

Pero esto de ahora ya es pura catástrofe. Desde Bruselas ordenan -o no hay más subvenciones- que se deje de cuchar las fincas. Y eso de pulverizar los prados con purines, nada de nada. Hay que enterrarlo todo. O sea, como hace un siglo: el cucho, con la pala y al riego. Somos globales. Somos modernos. Somos progresistas. Somos tan ecologistas que hay que volver a poner un mango nuevo a la pala de dientes para cuchar? a mano. Lo mejor será arar sin cuchar.

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