La historia de la Iglesia en Asturias ha aportado un plantel de figuras ilustres que se han distinguido como Príncipes de la Iglesia en los que fue ennoblecido su solar nativo. El cardenal don Pedro Inguanzo Rivero, nacido en el pueblo de la Herrería de Llanes. El cardenal Fray Zeferino González, nacido en Villoria de Laviana. El cardenal don Álvaro Cienfuegos, nacido en la Casa y palacio de Agüerina, de la parroquia de San Andrés de Agüera, en Belmonte. Don Victoriano Guisasola Menéndez honra a la parroquia de San Tirso de Oviedo y, en nuestros días, el cardenal Don Francisco Alvarez Martínez, que ennoblece la parroquia de Santa Eulalia de Ferroñes, en Llanera.

Príncipes de la Iglesia es el título que de tradición se da a los cardenales de la Iglesia Romana, que, a la muerte de cada Papa, tiene la responsabilidad de elegir al sucesor de Pedro en la Silla de Roma. Cada uno tiene su título de una Iglesia de Roma, a la que estuvo vinculado. Cienfuegos ostentó el título de la Iglesia de San Bartolomé in ínsula.

El palacio de la Casa de Agüerina, perteneció y fue portador de las armas de Don Álvaro Cienfuegos, oriundo de Taja en Teverga y de Doña María Villazón Queipo de Llano oriunda de Escoredo en Pravia y de Santianes de Tuña, su esposa. En este hogar nacería el llamado a ser cardenal de la Iglesia, discrepando los autores sobre las fechas de su nacimiento. Me agrada dejar clarificada con carácter definitivo la fecha de su bautismo. En el Libro Primero de Bautizados de la Parroquia de San Andrés de Agüera, del concejo y Arciprestazgo de Belmonte, a su folio 27 vto., se encuentra el siguiente asiento: "A veinte de marzo de seiscientos y cincuenta y siete, yo Domingo Fernández, cura de Almurfe, bauticé a Álvaro, hijo de don Álvaro de Cienfuegos y de doña María, su mujer. Fueron padrinos Bernardo de Grado, cura de Agüera y doña Francisca de Grado, sobrina de dicho cura y lo firmo de mi nombre. Domingo Fernández".

Por ese Libro de Bautizados, podemos expresar que, al folio 29 del mismo libro se encuentra la referida al hermano del cardenal, Joseph: "En tres de abril de seiscientos y sesenta y dos, bapticé a Josephe, hijo de don Álvaro de Cienfuegos y de Daifa María su mujer. Fueron sus padrinos Pedro Alvarez, de Santianes y Doña Catalina de Malleza, que no contrajo. Y por verdad lo firmo, Licenciado Bernardo de Grado".

En la capilla del Palacio de Agüerina, celebré la Santa Misa, en la que no pude menos de evocar la memoria del cardenal Cienfuegos. Una cruz-relicario hace presencia de un conjunto de reliquias, que el cardenal aportó de Roma para la devoción de los habitantes de la Casa de Agüerina.

Siento una intensa emoción al celebrar la Santa Misa en esta Capilla de tan larga tradición. Me viene a la memoria la del cardenal, Álvaro Díaz Cienfuegos de Sierra y en la continuidad de los siglos y la de dos personas, padre e hijo, que fueron los dueños de esta casa y palacio de las "Casas de Agüerina", Don Juan Uría Ríu y don Juan Uría Magua, que tanto se complacían de pasar temporadas en el Palacio que hoy nos cobija, como si buscaran protección por la sombra casi mítica del Emmo. Cardenal de la Iglesia Romana, del título de San Bartolomé "in ínsula", don Álvaro Cienfuegos.

Fue nuestro cardenal persona amante de la serenidad y placidez de este lugar, el Palacio de Agüerina, donde vio la luz primera. Fue bautizado en la pila bautismal de San Andrés de Agüera, el día veinte de marzo de 1657, Parroquia a la que quiso honrar, trayéndole de Roma las Reliquias del Mártir San Fructuoso. Fue Don Álvaro belmontino quizá el más ilustre, asturiano de pro y amante de cuanto a Asturias hiciera referencia, estudiante en Salamanca, profeso de la Compañía de Jesús a cuya sombra fue Lector y Maestro de Teología, historiador insigne, diplomático influyente en las más altas esferas del Romano Pontificado y de la Corte de Carlos Vl de Austria, cardenal latinista, partícipe en dos cónclaves en que obtuvo no pocos votos para la Suprema Tiara Pontificia, Plenipotenciario Imperial ante la Santa Sede, Obispo de Catania en Sicilia y después, de la principal sede de la isla, la Metropolitana de Monreale, Arzobispo de Pesc, en Hungría, para las componendas políticas internas del Imperio Austro-Húngaro, humilde siervo de Dios, al que el Altísimo recibió en su morada, el diecinueve de agosto de 1739, al dejar la presente vida en Roma, donde tuvo la última morada terrenal, siendo de edad de ochenta y dos años. En mi alocución evoqué, con emoción, la Memoria del cardenal Cienfuegos, así como la de Don Juan U ría Ríu y la de su hijo D. Juan U ría Maqua.

Estamos aquí reunidos, para celebrar juntos en esta Eucaristía, la nueva andadura que presidirá los azares inmediatos de esta Casa y Palacio señorial, que será dedicada a Turismo Rural, medio importante para conseguir su pervivencia en el futuro. A tal fin, mi amigo Juan, el hijo mayor de don Juan Uría Maqua y su madre Fidela han querido que les acompañara, en los inicios de esta nueva trayectoria para la casa de Agüerina, para expresar con la bendición el deseo de ver asegurado su futuro.

Muchos son los aspectos que evocan la memoria del Ilustre Príncipe de la Iglesia., comenzando por la Capilla, donde celebraba la Misa en sus visitas a Agüerina. El fino retablo barroco, que la preside, enmarca una hermosa imagen barroca del Apóstol San Bartolomé, recuerdo de su título cardenalicio. La "habitación del cardenal" nos retrotrae a las estancias del ilustre purpurado en la Casa de sus ancestros. En el Salón Noble, es posible contemplar un retrato de Don Álvaro en que destacan las armas y armoriales del cardenal. Seguramente fue realizado en su estancia romana, ya que en él se perciben aspectos que los estudiosos realzan en la escuela romana. Resulta interesante para la iconografía del purpurado.

El paisaje del ámbito de la Casa de Agüerina parece reflejarse en algún apunte autobiográfico de sus obras, sobre todo en la introducción del Aenigma Theologicum, cuando evoca los paisajes virgilianos que rodearon su infancia, que parece reflejar el remanso, que forma el río Pigüeña, en los bordes de la huerta del Palacio, la proliferación de avellanos, los sauces y olmos -los coryli, salicti y ulmi de Virgilio-, que todavía es posible contemplar, en profusión, por la ribera del río. Las reviviscencias virgilianas emergen de su formación humanística en las escuelas de la Compañía. Un día lleno de emociones en Agüerina. Tal ha sido para mí este acercamiento al cardenal Cienfuegos, en su Palacio de Agüerina, un día de plenas vivencias rememorativas.