Tras el maldito confinamiento, el solar nacional fue la única opción posible para hacer turismo, y Asturias se convirtió por derecho propio, estadísticas sanitarias favorables, y también, claro, por belleza y paraíso, en el destino preferido de los españoles. Estamos refiriéndonos a los dos meses de verano, o sea, la despensa para el resto del año. Pero el AVE se difumina desesperadamente, y nuestras conexiones por tierra, mar y aire siguen por debajo del resto de las regiones de España.
Casi todos los turistas que apuestan por Asturias lo hacen a sabiendas de su clima especial y diferente, donde el fresco y la lluvia, lejos de un problema, pueden llegar a ser alicientes añadidos a su belleza. Conscientes del "soleado en el resto", nuestra matria querida presume de casi todo. Pero toca inventar y requeteinventar, también copiar de quienes lo hacen bien y sacan beneficio de su esfuerzo. En Tapia de Casariego, el golf, el karting y el surf deberían tener un tratamiento acorde a su reclamo turístico. A todos estos recursos estables hay que añadir (en 2021), el regalo del Año Santo Compostelano. Profesionales tiene la santa madre administración, y a sus administradores políticos, muy bien pagados y mejor tratados, por cierto, les corresponde el sembrar bien para recoger mejor.
Mientras tanto, el sol en Tapia de Casariego nos regala cada tarde un sorprendente muestrario de belleza, que en el ocaso reclama cada vez con más fuerza a cientos de turistas. La bocana del puerto tapiego se convierte en esos minutos en un reclamo de belleza asombrosa. En algunos lugares del mundo (Cabo Sunión, en el sur de Atenas, o Cayo Hueso, en Florida) he disfrutado de estos regalos con el añadido de diez minutos de música relajante que han convertido aquellos parajes en sendos lugares de culto y disfrute turístico mundial. En el caso tapiego, bastaría con un par de altavoces en la fachada de La Casa del Mar, el resto, nos lo regala la madre naturaleza. ¿Quién da más?
