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Pedro José Villanueva

Riego y el vellocino de oro

En algún momento de su vida, al igual que yo 200 años después, el general de Tuña escucharía la leyenda del tesoro oculto

Es cierto que la historia social tiene que medirse bien a la hora de utilizarla como algo veraz, pero en muchas ocasiones proporciona esos matices que escapan al rigorismo académico y sirve de punto de partida hacia algo interesante.

Se pueden preguntar que tiene en común el general Riego y el vellocino de oro. Y es que, aunque les parezca extraño, les une esa historia social de la que les hablo.

Rafael Riego nació en Tuña (Tineo) en 1784, en una época en la que los ideales se vestían con hombres de los que hoy no disponemos. Riego fue querido por luchar contra el monarca absoluto y no contra la monarquía, pues influido por movimientos liberales y masónicos, soñaba con que España se constituyese en un pacto entre Constitución y Monarca, sueño que se hizo realidad cuando Fernando VII declaró acatar la voluntad general del pueblo y marchar juntos por la senda constitucional. El resto de la historia ya la conocen: el rey Felón traicionó al pueblo y proclamó su absolutismo; Riego fue ahorcado y después decapitado en Madrid. Actualmente, es recordado por sus nobles actos y sirve de ejemplo como emblema de la libertad de los pueblos (tanto para monárquicos como republicanos).

Rafael Riego tuvo su patria en su infancia, tal como decía Delibes, y jugó por la aldea de Tuña escuchando las historias de sus abuelos, esa historia social de la que hablamos. Jugaría por los restos de la calzada romana que cruza el río que da nombre a la localidad e imaginaría a esos legionarios romanos transportando el oro del occidente asturiano rumbo a Asturica Augusta. Se preguntaría por esas extrañas inscripciones que hacían mención a dioses desconocidos, “Lares Vialis”, y pedían protección en el camino para aquellos hombres de otros tiempos. Y, en algún momento, al igual que yo 200 años después, escucharía la leyenda del tesoro de la piel de oro oculto en algún lugar del puente romano. Y es que, como les decía, la historia de nuestros abuelos (la historia social) esconde apuntes tamizados de cierta verdad, y ha llegado a nosotros viajando de siglo en siglo.

La historia del tesoro de la piel de oro es común a muchos pueblos y tiene su germen en la Historia. Los primeros en utilizar pieles de cordero enmarcadas en cuadros de madera para extraer oro de los ríos fueron los griegos, usaban las pieles para atrapar en su lana el oro filtrado que llevaba la corriente del río Farax. Concretamente, en el siglo II a. C., Carax de Pérgamo relaciona este hecho con la existencia de una piel de carnero hecha de oro, el vellocino de oro, ese tesoro que puebla muchas leyendas antiguas.

Y si seguimos avanzando en estas relaciones históricas, tenemos una de las fuentes que intenta dar explicación a la simbología sobre el Toisón de Oro, esa piel de cordero colgada en los adornos de escudos y joyas reales que pueblan nuestros monumentos.

Y es que el general Rafael Riego aún tiene muchas cosas que contarnos; otra cosa es que queramos aprender o, por lo contrario, ahorcar y decapitar nuestra cultura.

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