Pese a lo aconsejable se ha de mantener la tradición de la Nochebuena y Nochevieja. Una perversa tradición arrincona al Belén y destaca al Arbolito. Y todo ocurre en tiempos de preponderancia del laicismo.
En la imperial Roma era de enorme tradición acudir al circo para contemplar como las fieras devoraban cristianos. Y en la gloriosa Francia gozaba de atracción popular las ejecuciones de la guillotina.
Afortunadamente las sociedades avanzaron y olvidaron viejas tradiciones, repudiaron rancias costumbres y enmendaron consolidados vicios.
No es justificable que la tradición se imponga a la cordura, a la salud, a la sensatez, a la vida. Inclinarse por más jamón y menos luces.