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Pepe de Pérez, entre los buenos

En recuerdo de José Niño López, hombre de prestigio, honradez y talento

Cuando, hace ya mil años, iban surgiendo las villas que organizaron socialmente nuestra tierra, el amplio noroeste, en la asamblea vecinal que las gobernaba –en el cabildo de la iglesia, a son de campana tañida– tenía el mayor respeto el juicio de los “hombres buenos”: aquellos vecinos señalados por su buen criterio cuyo acuerdo todos invocaban y que tanto resuenan como fuente de autoridad en las viejas actas de aquel tiempo.

Resulta estimulante evocar sus posibles méritos. Es probable que sumasen la madurez que dan los años, el talento y la sabiduría bien probada, el prestigio de una trayectoria, la honradez, la solidaridad, el compromiso... valores resumidos en el hermoso término de “hombre bueno”, una categoría que se antoja cimera, insuperable, y quizá propia del tiempo lento de los pequeños pueblos y villas, donde la cercanía y continuidad de las relaciones personales no permiten la impostura, y donde aún hoy, a menudo, conforman un canon severo ante el que se acredita el currículo de cada cual.

Si los vecinos de Santalla de Oscos hubiésemos de nombrarlos en este tiempo, sin duda habríamos coincidido en don José Niño López, Pepe “de Pérez”, epígono de aquellos “hombres buenos”.

Su infancia coincidió con los primeros pasos de la tienda La Palma, allá por los 30, un comercio que obstinadamente iba a ser conocido por el apellido de su fundador, el indiano Demetrio Pérez, a cuyo pie fue aprendiendo el oficio y a quien siempre recordaba con enorme afecto, evocando mil ratos en los que era fácil imaginar sus ojos asombrados empapándose discretamente de todo, atrapando el mundo en el muestrario de cada viajante y en los sucesos y mil cuentos que confluían en el bar-tienda, y que nunca olvidó, para convertirlos medio siglo después en relatos regalados con la misma mirada infantil, luminosa, que dotaba de singular emoción sus anécdotas y que, inevitablemente, hacía pensar en lo bien traído de algunos apellidos. El suyo, los Niño, ya en los pergaminos de la comarca allá por la Edad Media.

A ese tiempo remontaba él una sentencia “de cuando as pitas falaban”, que gustaba recordar con talento para las metáforas: “¡véndase ou non se venda, mídase!”, y que le servía para señalar el alma de las villas: el trasiego continuo del que se alimentan los negocios que las sostienen.

Y a esa concepción del comercio como servicio esencial para el pueblo respondió siempre con un compromiso y con un sentido de la responsabilidad que sobrepasaba el interés de un negocio que él y su mujer, Fe Gayoso, todo bondad, lograron convertir en una institución.

Al cambio de siglo, con el apoyo de su hijo Marcos superó haber quedado viudo demasiado pronto, y afrontó después con valentía la inteligente reinvención del negocio que permitió encarar los nuevos tiempos, tan distintos. Su adaptación y entrega admiró a todos, y “Casa Pérez” continuó siendo el lugar de referencia donde encontrar, sin faltar un día, además de casi todo lo necesario, el trato amable y educado y la conversación inteligente que Pepe, siempre locuaz y siempre discreto, supo hacer marca de la casa.

Junto a tantos vecinos y vecinas entrañables que nos fueron dejando, y que ahora recordamos, en las últimas décadas encarnó en Santalla, también en los Oscos, como los viejos carballos, la dignidad de un territorio empeñado en permanecer vivo y fiel a sí mismo. Quienes quisieran conocerlo debían conocer a Pepe.

Muy consciente de que en él reposaba como albacea la memoria social de casi todos, acostumbraba a recordarme que había tratado a cinco generaciones de mi familia, como debía ser el caso de la mayoría de mis vecinos. Personalmente, me hacía sentir que nuestra amistad era anterior a conocernos y había venido heredada, con las casas, y a ambos nos gustaba honrarla.

Hoy, con la inevitable sensación de que su funeral cierra toda una época, quiero expresar a su familia, en mi nombre y en el de mis vecinos, el respeto de todos y el imborrable recuerdo que nos deja Pepe, un grande entre los hombres buenos.

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