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Félix Martín

El día que Grace Kelly por poco se casa en Tapia

Sobre la gran boda del concejo que coincidió en fechas con la de la familia real monegasca

Aquel 6 de abril de 1956, a mediodía, una multitud se agolpaba en la escalinata de la Iglesia de San Esteban. Era la primera novia, María del Carmen Lebredo Lanza, que se casaba de blanco y radiante tras nuestro desgraciado paréntesis bélico de 1936. Una larga cola de ocho metros, ocho, prendida en un vestido con cuerpo de encaje y falda de seda salvaje o chantung, que precisó varios asistentes para su lucimiento. Tan larga la cola, que de ella se hicieron, posteriormente, otro vestido y un abrigo. De complementos, velo corto, tul ilusión, guantes de seda y ramo de rosas en cascada. El novio, Carlos Álvarez Fernández-Cid, el padrino y los testigos, vestían elegantes chaqués.

La novia salió desde su casa en la Calle de la Procesión acompañada de su padre, Maximiliano Lebredo Villamil, y de la madrina, hija del afamado pintor gallego J.M. Fenollera. El dispendio de la celebración fue tal, que los padres de la contrayente necesitaron vender dos fincas para ayudar a sufragarlo. El convite, claro, en el Salón Edén, todos vestidos para la ocasión. La decoración floral a cargo de una empresa portuguesa con tienda en Ribadeo; la cristalería, la cubertería y la vajilla, fueron alquiladas a sendos hoteles de Luarca y Oviedo, mientras que el banquete fue servido por el Hotel Moderno. El fotógrafo, cómo no, también de altura: Everardo F. Cadenas “El Súcaro”, quien igualmente precisó de la asistencia del neno de diez años de edad Manolo Nogueiro. La expectación fue tal que hasta las mujeres de las fábricas de conservas gozaron de una hora de permiso para disfrutar aquel acontecimiento. En la iglesia, la misma orquesta ribadense de la que el novio era director titular, interpretando obras de Mozart, Häendel, y cómo no, “La Marcha Nupcial” de Wagner.

La multitud que esperaba a los novios de Tapia el 6 de abril de 1956, con un policía de uniforme, en el centro, para ordenar al gentío. | “El Súcaro”

La anécdota resultó grabada en los anillos de boda, que casi en coincidencia con la de Grace Kelly y Rainiero de Mónaco, hizo que dicha grabación confundiera la fecha de la ceremonia tapiega con la monegasca, por lo que las alianzas fueron devueltas para una correcta datación. La expectación provocada por la que se consideraba boda del siglo derivó en aquella confusión.

Al fin y al cabo, no había tanta diferencia entre una boda y otra. En Mónaco, como en Tapia, más de 300 invitados; el salón de ambos convites engalanados a la manera real; a la puerta de la Catedral de San Nicolás una dotación de guardias reales y en Tapia el municipal Francisco Salamanca poniendo orden y concierto a la multitud; de menú, tartaletas a la rusa, lengua escarlata y merluza dos salsas, todo regado con buen vino y champán; de postre para ambas celebraciones, una tarta de seis pisos, y en El Edén, la Orquesta Monterrey.

Faltaba el viaje de novios, pues bien, el de los príncipes por el Mediterráneo, el de los tapiegos, primero por España,de estadio en estadio, teniendo en cuenta la “futbolmanía” del novio; después por Francia, gracias –y no era fácil– al salvoconducto real del tapiego Manolo Rivas, jefe de aduanas en Irún. Así las cosas, y en definitiva, todo parece indicar que esta boda tapiega fue al menos, tan real, como la principesca de Mónaco.

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