No hace mucho tiempo un amigo, que había pasado por una serie de vicisitudes, me comentaba; al final lo que te queda es el haber sido una buena persona.

Hoy, Asturias pero sobre todo Allande y el Occidente han perdido a una buena persona que había entregado media vida hacia los semejantes, siempre rodeado de documentos y de antiguos testimonios de la historia, en piedra, madera o metal. Jamás lo vi valorar los objetos o documentos por lo material. Los valoraba con el amor a la esencia misma de la historia. Recuerdo, cuando eras alcalde de Allande, con qué orgullo me enseñabas San Emiliano, al que habías declarado "conjunto histórico artístico y pintoresco" el 3 de mayo de 1971. En San Emiliano degustamos el vino del "cacho" que hacían en la taberna. Aquel San Emiliano, lleno de casonas y grandes escudos me recordaba, por su señorío y quizás, por el vino, a Saint-Émilion, tal era el señorío que tu le aportabas. Será difícil que se te llegue a valorar en todo cuanto representabas.

Si alguien ha nacido para servir al pueblo este era Antonio, uno de los pocos casos que yo he conocido en que la persona va hacia la política no para afincarse en ella, como medio de vida, sino para ofrecer sus conocimientos y su trabajo buscando la solución de los problemas y las raíces del pueblo, de sus orígenes y de sus tradiciones.

Amante de la historia, estabas muy orgulloso de las piedras que en tu concejo nos hablaban de los personajes que dejaron, labrados en las mismas superficies, los escudos de armas que identificaban sus procedencias. Tenías miles de fichas sobre familias y sus orígenes, sobre iglesias y capillas, sobre arquitectura popular, batanes y molinos. No en vano eras de "Casa el Molín", con orígenes entre los Oscos y Rengos.

Además de alcalde, fuiste diputado en la primera legislatura y me habías hablado, con gran entusiasmo, sobre una reforma autonómica basada en "comarcas naturales". Aquello no salió adelante, quizás porque… no era políticamente correcto. Ahora, al igual que la "parcelación" del recientemente desaparecido Julio Lamuño, quizás sea parte de nuestra crisis. Tú siempre seguiste adelante porque tu vida era el cuidar tu gran archivo, esa fue tu vida ,y con la tragedia del incendio del Valledor, también fue tu inmenso dolor imposible de mitigar.

Hoy, Antón, te volverás a encontrar con todos aquellos documentos que guardabas en la panera del Valledor, de aquel magnífico museo que habías logrado con el esfuerzo de una vida entregada a los sueños del tiempo y que el afán "oficialista" impidió que el pueblo disfrutase como era tu deseo. Por las sendas de lo etéreo te encontrarás con tu amigo Pepe el Ferreiro, con Joaquín Manzanares o con José Luis Pérez de Castro, quien partió recientemente. Todos ellos compañeros de ilusiones y fatigas por recuperar el "Paraíso Perdido".