Las Navidades en Cudillero, tal como eran

Juan Luis Álvarez del Busto

Es acaso en los pueblos de grandes tradiciones donde se nota más el paso del tiempo en sus festividades; y, así, al presenciar las modernas, no podemos por menos que recordar las antiguas y sentirnos tristemente desplazados, reconociendo, desde luego, que los tiempos mandan. Yo recuerdo con añoranza las Navidades que me tocaron afortunadamente vivir. Navidades sencillas, familiares, íntimas, con un ambiente difícil de explicar y de comprender ahora, teniendo en cuenta la especial raigambre religiosa de este pueblo de pescadores de Cudillero, como seguro que en tantos otros de la costa cantábrica.

La víspera o la antevíspera de Nochebuena se preparaba en la iglesia el Nacimiento, muy sencillo, pobre, pero que constituía un acto de gran importancia para todos. Se colocaba el Belén en la capilla de la Virgen del Rosario, patrona del pueblo. Ésta –me contaba mi abuela Elvira Bravo- llevaba un vestido de fondo verde con unas rayitas negras muy estrechas y en la cabeza una capota de alguna vecina del lugar, y a San José se le vestía con una capa y un sombrero, en señal de que ambos venían de viaje. Unos cuatro pastores, dos vestidos de asturianos, el Ángel anunciador con el letrero «Gloria in excelsis Deo», musgo o «mofo», como aquí lo llamamos, que se recogía unos días antes por los montes cercanos, el buey y la mula y una pequeña montaña con un lago de nieve.

Tras el rezo del Rosario, empezaban a sonar los villancicos, que no cesaban hasta después del día de Reyes. Villancicos en la iglesia, en las calles, en las «compañas»… Unos serios, otros alegres y jocosos. No faltaban, por supuesto, son relacionados con la mar y su mundo, como este de «La Nao», del que reproducimos unas estrofas:

D’esta Nao puesta a la vela, / Jesucristo es el Patrón,

un ángel lleva el timón / que lo rige y lo gobierna

y la Sagrada María, / sin pecado original.

Arribando con bonanza, / va a surgir en un portal

Palo mayor, el trinquete, /el bauprés y la mesana,

que significan la Cruz / que Jesucristo llevaba.

Con el peso de las lizas / hizo la lancha llegar.

Arribando con bonanza, / va a surgir en un Portal.

La Nochebuena, en lo tocante a la cena era sobria: se observaba la vigilia y ayuno Si el tiempo había sido bonancible y se había salido a la mar, en todos los hogares, lo mismo de pescadores que de «caízos» o terrestres, se cenaba besugo y chicharro; y si el mal tiempo lo había impedido, el plato obligado era el «curadillo», que como es sabido, se trata de pescado seco, de la familia de los escualos, para lo cual se pone al aire a secar, generalmente en las ventanas, durante al menos seis meses. También se comía el día de Navidad, solo, al ajo al arriero, en sopa, con «fabas» o con patatas fritas. De postre, compota de peras, que se hacía de unas especiales que en esas fechas traían a vender las aldeanas a la plaza, castañas y turrón «de tabique», que se fabricaba en el pueblo con avellana tostada y miel.

En Nochevieja se pasaba mucho tiempo en la iglesia. Por la tarde, un sacerdote hacía la meditación de todo el año y muchos fieles se confesaban y comulgaban el día primero de año.

Antes o después de la cena, solían reunirse en alguna casa a jugar a la Lotería, a la que sobre todo las mujeres eran muy aficionadas. Luego, como siempre, se terminaba con la interpretación de villancicos, que continuaban en la calle.

En esos días ya cerca de Reyes y sobre todo en la víspera de dicha festividad, salían grupos de hombres y de mujeres cantando villancicos para pedir el «guilando» (aguinaldo), no sólo por el pueblo, sino por otros limítrofes (Muros de Nalón, Pravia, Salas....) y ganar algunas “perras” o pesetillas. Generalmente empezaban por «La Cuadrilla».

¡Ave María, caballero,

la cuadrilla está a la puerta,

la cuadrilla está a la puerta

y su licencia es lo que espera!

¡Siga, mi cuadrilla, sigamos cantando,

qu´el amo la casa, licencia me ha dado!

El 6 de enero era el día principal de estas festividades. Misa solemne por la mañana; villancicos, poesías y diálogos navideños por la tarde y más variedad de comidas (si se podía). Generalmente la mar estaba alborotada y había «envernada», pero ello no impedía que la noche de Reyes fuese celebradísima en casas y en «compañas», las bodegas de los pescadores. Los marineros esa noche llevaban consigo a sus familias. Se invitaba a todos a dulces hechos en el pueblo y se consumían unas «azumbras» de vino; y se cantaba:

¿Quién se duerme? ¡Muchachos, arriba!,

¡Voto al diablo, dejad la pereza!

¡Si os parece pequeña riqueza,

la que acaba el Arcángel de dar!

¡Pastorcitos del monte, venid,

zagalillas del valle, llegad!

Si esperáis al Mesías nacido,

¡vino ya, vino ya, vino ya!

Antes de cantar el anterior villancico, los marineros se servían vino de la azumbra y, al entonar el «¡Vino ya, vino ya,...!,», brindaban para, a continuación, beber y luego seguir con la siguiente estrofa, y al final, lo mismo.

Esa noche sí que no quedaban villancicos sin cantar; desde los más serios o clásicos, todos con estilo parecido al gregoriano, hasta los populares «pixuetos».

Cabe destacar que cada barrio de la villa tenía sus villancicos. Y al final, en el colmo de la alegría, se bailaba el «Temperendengue», danza típica pixueta.

Terminadas las Navidades, todo volvía a su normalidad y los pescadores a su rudo trabajo en lucha con la mar que, desgraciadamente, todos los años se «cobraba» alguna vida.

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