El uso de la quinta de los Selgas

Denuncia de un fraude en toda regla a la obra y voluntades de Fortunato

J. Suarez Marqués

J. Suarez Marqués

J.Suárez Marqués. Presidente de la Asociación para la Defensa del Patrimonio Cultural del Concejo de Cudillero

Es preciso reconocer, y sin asomo de ironía -que conste-, que no puede ser más que motivo de orgullo el uso del escenario de la Quinta de Selgas en la defensa o promoción de la cultura y el acervo pixuetos, lo mismo que los muchos méritos en el servicio de su comunidad y la porfía en la búsqueda de las raíces históricas y culturales de nuestro concejo. De manera que no cabe más que el reconocimiento a las personas y a las entidades, bien conocidas, como Juan Luis Álvarez del Busto, la Asociación de amigos de Cudillero o la revista El Baluarte.

Pero, con el mismo derecho, queremos manifestar el más profundo disenso con un modelo de política cultural y el consiguiente uso del patrimonio artístico y, más en concreto, del legado Selgas (al que no podemos concebir como "un cortijo").

Algunos entendemos que de lo que se trata es del enorme patrimonio cultural reunido por Fortunato Selgas con todo el apoyo de su hermano Ezequiel. Las colecciones reunidas en la Quinta, el valor arquitectónico o el reconocimiento por los Amigos del Jardín Botánico de Madrid como el mejor -no Patrimonio Nacional- de España, todavía en el siglo XXI, después de todo, no dejan de ser la obra de alguien que se distinguía por el esfuerzo y la exigencia, o el fomento temprano de la igualdad de oportunidades, aun respetando las diferencias: propósito común desarrollado con su amigo Fermín Canella en las Escuelas Selgas y tan propio de la participación de ambos en la Institución Libre de Enseñanza de Giner de los Ríos. Lo que explica la excelencia intelectual de Fortún de Cudillero, como le reconocían sus amigos del Grupo de La Quintana.

Empero, no podemos dejar pasar desapercibida la más que posible intención de blanquear el mal uso de ese patrimonio, instalaciones incluidas, con una buena obra. El Patronato de la Fundación Selgas-Fagalde, hoy, vive en el siglo XXI y las cosas pintan como a la mujer del César: los tiempos ya no son los de dos viejecitas más que preocupadas por, digamos, el hecho biológico. No. A pesar de la condición privada de esa Fundación, en este siglo rige una Ley y un Protectorado de Fundaciones destinados a velar por el correcto ejercicio y la legalidad de su funcionamiento (Ley de Fundaciones 50/2002, Art. 21.1 y Art.16 de la Ley de Fundaciones de la Comunidad de Madrid), con la obligación de comunicar actos o negocios realizados como la enajenación onerosa o gratuita de bienes que formen parte de la dotación o fines dotacionales, los cuales requieren la previa autorización de dicho Protectorado y (...) de lo que en su caso, han de responder ante la autoridad judicial.

Claro que "la cultura es hacer patria", como se atribuye el lema de Selgas, pero…honestamente, no como en los tiempos de los señoritos de cortijo o de los Leguineches: hoy en día las publicaciones o congresos del ICOM (Consejo Internacional de Museos) hablan de que el mayor mal de un museo o centro cultural es quedarse exclusivamente en abrir las puertas, y más cuándo no existe un plan, política, u objetivo claro. 

Me pregunta un buen amigo en estas lides, si hacer patria -como dice el lema, en la puerta de su Instituto, en el monumento de Víctor Hevia a Ezequiel, Fortunato y Francisca-, se concilia con una Fundación ajena al movimiento de la democratización cultural que hoy siguen todas las instituciones del mundo de la cultura serias de España. No, rotundamente no, más bien nos remite a bienvenidas de Berlanga y pícaros Leguineches.

Lo cual constituye un fraude en toda regla a la obra y voluntades de Fortunato Selgas. Nada más que eso, denunciamos.