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Estreno de cine

'Contando ovejas': una ópera prima rebosante de imaginación bizarra

Eneko Sagardoy y Natalia de Molina se sumergen en el universo malsano de una película que habla acerca de cómo la soledad y el aislamiento en un entorno decrépito pueden producir monstruos

Eneko Sagardoy y Natalia de Molina

Contar ovejas para dormir. Es uno de esos remedios (poco prácticos) que han ido pasando de generación a generación y que se ha convertido en una imagen (mental) icónica dentro de la cultura popular. Pero ¿qué pasaría si esas ovejas se transformaran en reales y, en ese estado de vigilia en el que habitan los monstruos, se apoderaran de nosotros y de nuestros pensamientos? 

Es el punto de partida, tan imaginativo como bizarro, de la ópera prima de José Corral que, procedente de la animación, compone un universo muy especial, a medio camino entre la pesadilla y la realidad para contar la historia de un joven que no puede dormir y termina introduciéndose en una espiral de violencia y locura. 

Ernesto (Eneko Sagardoy), el protagonista de esta fábula oscurísima, vive en un edificio ruinoso y no puede dormir porque uno de los pocos vecinos ha montado un after en su casa. Él se ocupa del mantenimiento de la comunidad y en sus ratos libres, hace maquetas, una de ellas, de ovejas saltando una valla, como las que imaginamos para conciliar el sueño. La soledad y la incomunicación forman parte de su existencia, está atrapado en ese espacio decadente hasta tal punto, que se ha mimetizado con él. En una de esas noches interminables, los animales de sus maquetas cobrarán vida, y le harán hacer cosas impensables. Nota: las ovejas no son animaciones, no hay efectos especiales en ellas, están construidas con papel maché. 

Kamikaze

“No es muy usual recibir un proyecto tan arriesgado, raro y diferente en nuestro país. Cuando lo leí, me asaltaron las dudas, ¿cómo se podía materializar ese universo a medio camino entre el estado mental y la realidad? Pero soy bastante kamikaze y me lancé de lleno. ¿Cuándo iba a hacer una película en la que unas ovejas de papel de maché hablaran?”, cuenta Eneko Sagardoy. 

‘Contando ovejas’ es una película muy sórdida, repleta de personajes aislados y hundidos en sus propias miserias. Habla de la salud mental que todo esto genera, pero construyendo un mundo muy especial que nos remite a los personajes de Maurice Sendak en ‘Donde viven los monstruos’ y a ‘La ciencia del sueño’ de Michel Gondry en clave pútrida. Toda la película se encuentra ambientada en un edificio repleto de roña, no sabemos muy bien en qué época transcurre, quizás los ochenta, por el tipo de ropa que utilizan los ‘modernos’ que acuden al after, pero precisamente esa deslocalización temporal genera todavía más una sensación de alucinación terrorífica. 

Me gustan las películas en las que las líneas entre la demencia y la cordura, la ficción y la realidad se difuminan y no están delimitadas, me sirvió mucho para construir mi personaje”, continúa Sagardoy. “Y después está el mundo de esa escalera, que alberga vecinos en riesgo de exclusión social, de enorme precariedad económica, que tienen problemas y que ni siquiera saben cómo pedir ayuda. La soledad es tan violenta que no tienen herramientas para saber si están cuerdos o locos”. 

Toxicidad ambiental

Entre las criaturas que pululan por ese edificio, también se encuentra Paola, interpretada por Natalia de Molina. Es un pequeño papel, el de una actriz con problemas de adicción a las drogas, pero su presencia resulta fundamental en la trama. “Siempre me gusta apostar por los directores noveles, porque son arriesgados y proponen cosas nuevas. Mi personaje se integra en un mundo de hombres y forma parte de la toxicidad de ese ambiente. Creo que la película muestra cómo se genera el rechazo hacia lo diferente, y cómo la sociedad produce monstruos”. 

En difícil definir una obra tan singular como ‘Contando ovejas’, un noir, un thriller macabro con psicópata incluido, una paranoia, una comedia malsana… No es un viaje sencillo, como apunta Natalia de Molina, es sucio, miserable e incluso terrorífico y, precisamente por eso, se convierte de manera instantánea en una de esas 'raras avis' de nuestro cine de las que celebramos su mera existencia. 

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