En muchas ocasiones, miramos lo de afuera con asombro y admiramos aquello que hacen los demás, sin prestar demasiada atención a lo nuestro. Pensamos, de manera inconsciente e irreflexiva, que importar es la solución, cuando la solución está en casa. Pero quienes miran hacia dentro antes que hacia fuera saben apreciar la riqueza de Asturias. Una tierra próspera y de contrastes que nos ofrece mar y montaña, sol y nieve y, sobre todo, buena gastronomía. Uno de nuestros más afamados valores gastronómicos es la sidra, un producto cuyos orígenes nos llevan hasta la época prerromana. Un producto con baja graduación alcohólica

y calórica que no entiende de generaciones. Una bebida que es abanderada de nuestra región, ya que cuatro de cada cinco litros que se producen en España tienen procedencia en el Principado. Pero, ¿Cómo se protege el origen de nuestro producto? El Consejo Regulador Denominación de Origen Protegida de Sidra de Asturias gravita en la tradición y en la historia para garantizar un escrupuloso control del proceso de elaboración.

Un proceso artesanal a partir de 76 variedades de manzanas, todas ellas con procedencia asturiana. Y es que para avalar el origen y la calidad, el Consejo Regulador realiza varios controles periódicos sobre la pumarada, la cosecha, los lagares y el producto final. Un producto que, una vez superados todos los controles, será definido por la “etiquetina” que lo determina como producto realizado con manzana 100% asturiana, ya sea sidra natural tradicional o sidra natural espumosa. Con estos controles, el Consejo Regulador persigue el interés general de nuestra región. Y en particular, de nuestros llagareros y cosecheros que cada día cuidan con mimo nuestro entorno rural, nuestras pumaradas... otros de nuestros valores más importantes. Apostar por la Denominación de Origen Sidra de Asturias es sinónimo de

apostar por nuestra tierra y por su futuro.