Crítica de 'Nunca te sueltes': un bosque (apenas) maldito

Dadas la eficacia y la versatilidad a la hora de generar tensión que el cine del francés Alexandre Aja suele exhibir cuando se lo propone, resultan llamativas las limitaciones que su nuevo trabajo evidencia en ese sentido. Evocador de los cuentos de los Grimm y de títulos como ‘Un lugar tranquilo’ y ‘El bosque’, sitúa a una madre y a sus dos hijos en una cabaña aislada en pleno bosque; afuera, sostiene la mujer, acecha una entidad maléfica con el fin de destruirlos, así que el trío solo puede salir a buscar sustento usando cuerdas que los mantienen unidos entre sí y a la casa en todo momento

¿Es la amenaza real, o el producto de los delirios de una mente enferma? La película trata de provocar intriga haciéndonos dudar al respecto durante la práctica totalidad de su metraje, pero eso la obliga a limitar las situaciones de verdadero peligro que afrontan sus protagonistas. Mientras, intenta compensar esa carencia a través de cierta atmósfera gótica y la insistente escenificación de mantras y rituales apocalípticos, pero eso no impide que vaya perdiendo fuelle a causa tanto de su monotonía como de la vaguedad con la que aborda asuntos como la sobreprotección materna, el trauma o la enfermedad mental. Por lo que respecta a la atención inicialmente prestada a la construcción de personajes, se ve saboteada en cuanto la película empieza a sacrificar su propia coherencia interna de forma cada vez más burda con el fin de seguir sorprendiendo al espectador.