La afición española que madruga para ver los Juegos Olímpicos a través de la televisión empieza a acostumbrarse a fracasos y decepciones. En algunos casos porque se trazan expectativas demasiado elevadas y en otros, porque rendimientos y circunstancias no acompañan para recoger una cosecha grande de medallas.

No cabe hablar de desilusión en el caso de la natación, donde los puestos que han firmado los tres finalistas españoles han tenido mucho mérito. Es difícil optar a más en un deporte tan competitivo y especializado, casi una cuestión de estado en Norteamérica, donde universidades y escuelas forjan oros en espalda, mariposa o braza desde los primeros años de adolescencia.

En España es evidente el déficit en el número de licencias y urge una reforma urgente para mejorar resultados, con la mayoría de estiletes de la natación nacional entrenándose y formándose lejos de nuestras fronteras (Hugo González o Mireia Belmonte). Ayer no cabía exigirle mucho más al joven Nico García, que se va con un diploma a sus 19 años y ya sueña con más en París.

Tampoco había motivos para ilusionarse con plazas de privilegio en el canal de piragüismo, donde Llorente cumplió con su clasificación para la final. En boxeo, posiblemente fuera de ingenuo creer demasiado en las opciones de Jalidov, al que le tocó bailar con un cuadro criminal y halló un carro de golpes a su cruce con el favoritísimo Kataev, que le dejó sin medalla en cuartos de final. Así que todas las opciones del día las fio la delegación nacional a lo que hiciera 'El profeta' Emmanuel Reyes. Un fenómeno que protagonizó uno de los momentos álgidos del día en su combate -de alto voltaje- contra el cubano Julio César de la Cruz. Palabras mayores.

Emmanuel Reyes (de rojo) celebrando su pase a cuartos tras tumbar al kazajo Vassily Levit. Reuters

Otro día más, las noticias más felices llegaron desde la isla de Enoshima, donde la flota nacional apunta a cuatro podios en los 49er, el 470 masculino y la clase Finn. Ayer fue descomunal el comportamiento de la embarcación comandada por el catalán Jordi Xammar, que alberga opciones de todo; y dio una lección magistral Tamara Echegoyen en la dirección de las operaciones de la suya, demostrando que su experiencia en alta competición es crucial para maniobrar con éxito hasta en las circunstancias más adversas. Huele a oro.

Y mientras España busca medallas con las que paliar su sequía y cuadrar sus cuentas, el fin de semana pone en primera línea del escarapate las pruebas atléticas y al Estadio Olímpico de Tokio, donde luce el pebetero desde que lo prendió la local Osaka, ya eliminada del cuadro de tenis. En el torneo masculino sigue con vida -aunque ya solo con opción de bronce- el asturiano Pablo Carreño. Nadie contaba con su eliminación a manos del ruso Kachanov, pero mucho menos con que luego cayese Novak Djokovic, a quien Zverev birló el sueño del 'Golden Slam'. Ayer se apagó su estrella, la de uno de los deportistas de mayor repercusión planetaria de cuantos compiten en Japón desde que arrancaron los Juegos.