Las habitaciones del hotel de la prensa empiezan a lucir en la puerta el cartel de "desinfectado para el próximo huésped", pero éste nunca llega. Ya no habrá desembarcos masivos de deportistas, periodistas, oficiales y árbitros en Narita y Haneda, los dos gigantescos aeródromos de la capital del Sol Naciente; tampoco largas colas para registrarse en la recepción de los hoteles de Tokio.

Estamos ya en la cuenta atrás para el final. Cada vez son más los enviados especiales de medio mundo que parten de regreso y con rumbo a sus respectivos países. Algunos porque vinieron a hacer la cobertura solo de los primeros días; otros porque acompañaban a selecciones nacionales que ya cayeron apeadas; y en determinados casos, porque hay acreditaciones que son exclusivas para un único deporte (tenis de mesa, bádminton o judo), y tales especialidades ya han finalizado sus competiciones y adjudicado sus medallas.

Así que Japón va volviendo poco a poco a su añorada normalidad de antes. Ya no habrá autocares olímpicos y coches oficiales recorriendo las calles de Tokio, ni carriles exclusivos para la familia olímpica. Desde el lunes, el sumo -deporte casi sagrado- reinará otra vez en el mando de las televisiones, como así comprobamos a nuestra llegada y antes de la ceremonia de apertura.

Por cierto, he leído que los principales canales nipones formalizaron un acuerdo para turnarse en la emisión de los Juegos; cada día, la jornada en exclusiva en solo uno de ellos. El extrañísimo pacto entre televisiones lo han suscrito a través de una unión entre todas ellas, llamada Japan Consortium, pero una vez en la habitación del hotel y encendida la tele, a nadie le queda nada claro de qué forma tan peregrina se han repartido la tarta de eventos y retransmisiones.

Lo que sí funciona de maravilla es una web que muchos ciudadanos llevan conectada a sus teléfonos en el metro, el bus o en plena calle a cualquier hora del día. Se llama Gorin y ofrece gratuitamente todas las señales de todas las competiciones en vivo, en directo y en abierto. Un lujo que ya quisieran todos aquellos aficionados olímpicos que estos días se quejan de la cobertura que reciben en España; o de que la tele pública no haya aclarado lo suficiente que no tiene todos los derechos ni tampoco la garantía de poder ofrecer algunos acontecimientos en primera emisión, que eso se lo ha quedado Eurosport en muchos casos.

Son detalles que uno conoce al compartir vivencias y experiencias con colegas de otros países, que coinciden en las ostensibles quejas (el transporte, la lejanía entre las sedes, la inexistencia de un anillo olímpico como tal) y establecen comparaciones en las que Río, Pekín o Londres ganan por goleada a Tokio. Al tiempo -dicho sea también- existe la consciencia de que el grado de control del virus que ha demostrado el gobierno japonés segurísimo no lo habría conseguido Brasil, que fue el país anterior en acoger unos Juegos de verano.

La cita olímpica va dando sus últimos coletazos y el cansancio empieza a hacer mella al repetirse un día tras otro la misma rutina. Pero lo compensa la agitación de las jornadas finales, la expectativa de grandes eventos y la proximidad temporal con los cruces definitivos en los deportes de equipo. Es ahí donde quería confirmarles que en Japón y en el mundo entero se nos sigue conociendo por nuestros ídolos. Y por La Liga. "Me encantan Xavi e Iniesta... I love Barcelona... Pedro era buenísimo", insiste en escribirme a través del traductor de su móvil un taxista despistado que se perdió y tardó cuatro horas en llevarnos de Enoshima (la vela) a Saitama (el España-Japón de fútbol). Una odisea más, producto de la desorganización diaria y constante que ha sido sobrevivir a estos Juegos para la prensa de medio mundo.