Durante la madrugada del 7 de marzo del pasado año un turismo chocaba frontalmente en la calle Princesa de Madrid contra la estatua erigida en honor de Agustín Argüelles. Aquel accidente, que se saldó con la trágica muerte del conductor, se llevó también consigo el reconocimiento del pueblo de Madrid a uno de los más ilustres asturianos. Su figura presidía la vía central de la calle de entrada a Madrid desde la A-6, saludando así a cada asturiano que se adentraba en la capital del Reino, y miraba hacia el Sur divisando desde sus cinco metros de altura la plaza de España y los primeros metros de la Gran Vía. La estatua había sido esculpida en mármol por el catalán Alcoverro y fue erigida en 1902, dentro de las celebraciones por la coronación de Alfonso XIII. Desde entonces ha dado nombre a uno de los más importantes y céntricos barrios de Madrid y tras su emplazamiento inicial, en la misma calle Princesa, aunque algo más al Norte, fue trasladada al paseo de Pintor Rosales en 1967, para retornar a Princesa bajo la Alcaldía de Álvarez del Manzano.

Agustín Argüelles (Ribadesella, 1776-Madrid, 1844) forma parte de ese grueso de políticos y pensadores asturianos que ayudaron decididamente a la puesta en marcha de un Estado constitucional en nuestro país poniendo en juego su hacienda y hasta su propia vida en el intento. Argüelles tomó el testigo de la libertad de la mano de los ilustrados asturianos tales como el padre Feijoo, Jovellanos, Campomanes y Martínez Marina, y junto al conde de Toreno, Flórez Estrada, Canga Argüelles y Riego lo transformaría en el primer liberalismo. Este liberalismo cultivado por asturianos insignes pasó de generación en generación hasta el Grupo de Oviedo, a finales del mismo siglo XIX. Adolfo Posada, Leopoldo Alas, «Clarín», Álvarez-Buylla y Fermín Canella habrían de perfilar un liberalismo con hondas raíces sociales y democráticas que acabaría ejerciendo una gran influencia sobre, quizá, los dos últimos eslabones de esta cadena de asturianos: Melquíades Álvarez e Indalecio Prieto. Serían ellos quienes desde una perspectiva puramente reformista o bien socialdemócrata habrían de hilar un nuevo Estado liberal y democrático fundado en los derechos sociales. Con todo, esta larga tradición liberal asturiana fue segada de raíz a lo largo de casi todo el siglo XX y, con ella, una más que necesaria contribución a la búsqueda de futuro de nuestra Asturias durante los últimos años y en la actualidad.

Recientemente, desde posiciones progresistas se han incrementado los esfuerzos por ayudar a publicitar el pensamiento y la acción del liberalismo español. La izquierda democrática ha vuelto a fijar sus ojos en los liberales que pusieron en pie un Estado constitucional de donde emanan los valores y principios republicanos que conforman hoy en día su núcleo doctrinal. Por ejemplo, el pasado año la editorial Taurus publicaba «Progresistas», un compendio de once biografías que recoge las ponencias de un seminario homónimo organizado por la Fundación Pablo Iglesias. El libro comienza con la vida y obra del asturiano Álvaro Flórez Estrada, quizás el primer «liberal de izquierda», tal como lo define el catedrático de la Universidad de Oviedo Joaquín Varela. Además, el propio Varela ha coordinado un monográfico sobre Flórez, ha escrito una biografía del conde de Toreno y un resumen de ambos políticos junto a Martínez Marina, Agustín Argüelles y Adolfo Posada completan el reciente «Asturianos en la política española. Pensamiento y acción», editado a finales de 2006 por KRK. Éstas y otras publicaciones están permitiendo redescubrir las ideas de asturianos fundamentales en la historia de España y, con ello, comprobar el hilo generacional que existe entre las visiones liberales, siempre con hondas convicciones sociales, roto con la guerra civil. Y es ahora, en estos primeros años de este nuevo siglo, cuando esta interrupción intelectual se hace más patente, dado que su influjo inspira la vía de futuro para Asturias.

Por todo ello, Agustín Argüelles debería volver a presidir la calle Princesa de Madrid, vía de entrada al centro de la capital desde Asturias. Argüelles debería retornar al pedestal al que el pueblo de Madrid lo elevó en los inicios del siglo pasado, no sólo como elemento de justicia con quien redactara los artículos fundamentales de la primera Constitución española, sino también como parte de la recuperación de los valores que le animaron en tal empresa. Para ello sería oportuno el concurso de las instituciones asturianas y la colaboración de la Oficina del Principado de Asturias en Madrid, que pronto inaugurará una extraordinaria sede a tan sólo quinientos metros del lugar que espera a Agustín Argüelles.

Jonás Fernández Álvarez es posgrado en Economía por el CEMFI (Banco de España).