Jena fue matrona en la sanidad pública toda su vida profesional. Ayudó a nacer a miles de niños, y entre ellos, mis hijos. En sus clases de preparación al parto instruyó a madres y padres. No admitía escaqueos de maridos, y allí resoplábamos los futuros padres, también de incipiente barriga, sin comprender por qué razón solidaria debíamos hacer los mismos ejercicios que ellas. Nadie osaba discutir, pues el carácter de las matronas es sobradamente conocido. Se jubiló y está construyendo su página en internet, un blog de consejos y debate sobre embarazos y partos, en una prolongación del servicio público que siempre ejerció. Como Jena hay millones de personas desinteresadas que comparten y contrastan sus conocimientos en lo que se viene llamando la web 2.0.

¿Por qué un profesional escribe un blog especializado? Para intentar transmitir el conocimiento que se tiene en una determinada materia y encontrar respuestas a las cuestiones que resultan del diálogo con sus lectores, que también son autores y lectores de otros, y, por tanto, el enriquecimiento es gratuito, mutuo y diario. Esta comunicación genera una comunidad virtual, redes sociales con grupos de lectores habituales interesados en la misma materia, que permite estar al día de las principales novedades o cuestiones de nuestro interés.

Hay una reflexión universitaria que dice «no se sabe de un tema hasta que se escribe sobre él». Pues bien, estas páginas profesionales tienen la virtud de obligarte a sistematizar un conocimiento muy especializado para poder contarlo todas las semanas, con los adecuados vínculos. No es gratis; muchos prefieren dedicar sus ratos de ocio al respetable entretenimiento de leer novela. Una vez creada la página hay que alimentarla, y esto necesita tiempo. No sólo requiere esfuerzo para redactar las colaboraciones, sino para investigar por el ciberespacio y poder aportar las mejores fuentes.

Permítanme afirmar que esta práctica es frecuente entre los funcionarios públicos, consecuencia de su conciencia social y como una forma de retribuir a la ciudadanía. Se me dirá que los profesionales privados no pueden compartir sus conocimientos con los competidores y bastante tienen con sobrevivir en la jungla de nuestro mercado libre, que, además, paga el sueldo de ambos.

Esta ética pública orientando y creando opinión en temas más o menos espinosos permite generar y compartir conocimiento. En el mundo académico son conocidos los espacios de aprendizaje pertenecientes a los profesores. Quienes aspiran a la excelencia docente incluyen en sus páginas personales la bibliografía, los exámenes, los criterios de corrección, y atienden las consultas. Un lujo que sus alumnos saben valorar en las encuestas. Y aquí es obligada la referencia a la experiencia de Aulanet, una herramienta puntera en la Universidad de Oviedo promovida por el profesor Rigoberto Pérez. En la vecina Universidad de León, Cristina Mendaña y Enrique López, promotores de Sicodinet, me revelan el gran número de entradas que se producen en la madrugada en época de exámenes. Hay quien atasca a las cinco de la mañana en una demostración, pide aclaración y tres horas después anula la petición de auxilio porque ya lo ha resuelto.

Con una sencilla herramienta los autores sabemos desde dónde y cuándo entran o salen los usuarios. Yo también tengo mi propia página y me asombro de los pueblos recónditos desde los que se consulta. Reconozco que aprendo tanta geografía como informática. ¡Tengo un lector en San Sebastián de la Gomera!

La utilización de un blog por parte de un funcionario para hablar de temas de su sector de actividad es un ejemplo de vocación de servicio y mejora continua, pero debe ser prudente, aunque la gran mayoría no declaran su empleo. Rafael Chamorro nos recuerda, desde New York, que la función pública «está sometida a la dirección política, y así es como debe ser. Pero muchas veces la discrepancia, por educada y razonada que sea, no está bien vista, y menos a través de un medio tan público como puede ser internet». Es un ejercicio de transparencia que despierta recelos en los poderes públicos, no tanto por la forma personalizada de relacionarse con la ciudadanía como por la posibilidad que se da a ésta de replicar con anónima vehemencia.

En efecto, las páginas se diseñan para que los lectores, con suma facilidad, dejen en un recuadro un comentario que se incorpora con o sin autorización previa del propietario. Quien se acostumbra a este sistema tan participativo y luego lee el libro de papel echa de menos matizar o discrepar con el autor, con efectos inmediatos. Con frecuencia los comentarios son tan enriquecedores como los artículos.

Alberto e Iñaki, funcionarios del Gobierno vasco a los que «ciberconocí» recientemente porque alimentan una sorprendente página titulada «Administraciones en red», afirman que para ellos esta actividad tiene «implicaciones emocionales, derivadas del hecho de sentirte miembro de una comunidad de interés, de un grupo de locos que compartimos gustos y nos lanzamos ideas a la cara, sin formalismos ni protocolos».

Para nuestro trabajo la principal ventaja de estas herramientas es que las noticias llegan a la «ombligosfera» antes que a ningún otro medio, con puntos de vista variados, sin cuño oficial y expresadas por quienes tienen conocimiento e interés. Comparados con otros temas, los interesados en los asuntos públicos no son muchos. Pero la lengua castellana permite encontrar miles de entusiastas en América sobre cualquier asunto. Las páginas mexicanas, sin ir más lejos, son extraordinarias, con gran preocupación por la calidad del servicio y la atención al cliente. ¿Pueden conciliarse altos índices de corrupción con la revolución tecnológica? ¿Hay dos Méxicos? ¿Se crea una nueva élite? Aquí es muy importante el «programa OLPC», el ordenador de los 100 dólares, que permitirá el acceso a las nuevas tecnologías en regiones menos desarrolladas. Aunque internet posibilita la democratización de la información y de los conocimientos, mientras continúe la brecha digital, estos asuntos, como el buen vino, conciernen al sector privilegiado de la población. Así, con grandes diferencias territoriales, sólo la mitad de los hogares españoles contaban con un ordenador en el primer semestre del año 2006. Por eso, si usted ha llegado hasta el final de este artículo: ¡enhorabuena! Pertenece a la parte afortunada del planeta, a la que le interesan estos temas.

Antonio Arias Rodríguez es síndico de Cuentas del Principado de Asturias.