Así que Galileo-Santodomingo se hincó de hinojos y dijo que «arrodillado ante vosotros, eminentísimos y reverendísimos señores Cardenales Inquisidores Generales, (...) yo abjuro, maldigo y detesto los antedichos errores y herejías, y juro que en el futuro nunca más diré o afirmaré, verbalmente o por escrito, nada que pudiera dar ocasión a una sospecha similar con respecto a mí».

Y así ha sido cómo el propietario del astillero Juliana, Fernando Santodomingo Azpeitia, se retractó ante la papisa Felgueroso acerca de si habían mantenido algún coloquio con ella sobre la recalificación de suelos de Naval Gijón -el hombre es consejero de PYMAR, máximo acreedor del astillero-, o de la citada factoría del Natahoyo.

A Santodomingo le pasó como a Galilei, que hablaba y hablaba del heliocentrismo y sus teorías encontraban cierta simpatía hasta que a Urbano VIII -que no era una lumbrera, pero sí Papa- se le hincharon las narices y mandó procesarle, además de enviarle recado de que, o se retractaba, o lo torturarían.

Santodomingo ha hablado y hablado de construir en El Musel «el mejor astillero de Europa», y ello había regocijado a muchos, tanto en la gremialidad de la UGT como en la principalidad del consejero Torre.

Pero para hacer tal cosa habría que recalificar jugosamente los suelos astilleros del Natahoyo, y quien tiene las llaves de la recalificación -o sea, del cielo inmobiliario- es la citada papisa.

Y con ella no se puede hablar de cualquier manera, y luego andar contándolo por ahí, de manera que Felgueroso dijo: «Emplazo a que diga que faltó a la verdad», y Santodomingo emitió la fórmula de abjuración al instante.

Hay serias dudas de que Galileo pronunciase el célebre «y sin embargo, se mueve» (eppur si muove), pero nos imaginamos lo duro que tiene que ser el retractarse de una fe ciega en la idea muselística del «mejor astillero de Europa», que brillare más que el sol.