El título del artículo alude a la difícil marcha por una difícil hoja de ruta. No a la marcha de marcharse, aunque no es descartable que Mariano Rajoy se caiga del cartel antes de de intentar por tercera vez la conquista de la Moncloa con las ganas, la ilusión y el convencimiento que despacha a manos llenas. Eso será en marzo de 2012, pero antes le espera un largo y arduo camino entre el escepticismo exterior y la impaciencia interior.

Lo dicho. En un hotel de Madrid, parcialmente habilitado para acoger a los casi quinientos miembros de la junta directiva del PP, que es el órgano de dirección depositario de la voluntad del partido entre congreso y congreso, Mariano Rajoy dio este lunes los primeros pasos de una nueva etapa en la oposición. En principio, con el beneplácito de su partido, cuyos representantes no le regatearon los aplausos.

Además de la declaración de intenciones, hubo propuestas de nombramiento con tendencia a rebajar la edad media y la impregnación del pasado. Esa tendencia se concentra casi exclusivamente en la figura de Soraya Sáenz de Santamaría. Es imposible seguir el rastro de una voluntad renovadora en el resto de los nombres (Lucas, Villalobos, García Escudero, Ana Pastor, Rabanera, etcétera). De hecho, la palabra «renovación» no salió ni una sola vez de la boca de Rajoy, salvo error u omisión.

En cuanto al discurso, nos quedamos con la música de su meditada intervención. La letra tampoco deparó grandes novedades respecto a un eventual cambio de estilo y línea política. En esa clave, no es ni más ni menos prometedor el elenco de nombres para ocupar los cargos de portavoces parlamentarios, los designados para las mesas de ambas cámaras o para organizar el congreso nacional del partido (Ramón Luis Valcárcel). También podemos quedarnos con el frenazo a la «derecha sin complejos», agitada desde dentro por quienes tenían redactada la necrológica de Rajoy y respecto a quienes el líder del PP se declaró «independiente». Una buena pista sobre las intenciones de Rajoy para los próximos cuatro años si antes no le sacan del cartel ciertos gladiadores mediáticos que siguen apostando por la continuidad de una oposición a cara de perro.

De todos modos, conviene esperar al debate de investidura de la semana que viene para confirmar la voluntad de articular una oposición «firme pero constructiva», como ha anunciado Soraya Sáenz de Santamaría. Ojalá que ese anuncio se confirme con hechos. Por el bien de España. Al menos en términos de recuperación del sosiego en la vida política