Este Rajoy, con sus tardanzas, demoras y aplazamientos me está provocando un sinvivir que va a acabar conmigo.

Con todos mis años de militancia, con toda la crispación que puse en la última legislatura, y me va a poner Rajoy en la mismísima calle (y no, precisamente, de Génova).

A mí, que asistí a todas las convocatorias en el manifestódromo de Colón, portador de pancartas y banderas, gallardetes (y no gallardones) y grímpolas.

Y el tal Mariano no va a soltar prenda hasta el congreso de junio en Valencia. No podré esperar tanto sin saber qué va a hacer con nosotros, los de la vieja guardia, los de la barra brava que se dice en Buenos Aires.

Ya sé que no tengo el título de abogado del Estado, como la yogurina ésa de Soraya, pero ¿y mi experiencia política? Desde los tiempos de Alianza, con don Manuel, para no recibir un cargo en el partido, un escaño en aquel Parlamento que conocí como Cortes, en que me veía todos los días con don Esteban Bilbao. Era yo casi un niño y qué bien me sentaba la guerrera blanca de procurador!

Aquí me tiene Rajoy, en la interminable lista de espera aguardando un seguro para mi vejez. ¿Qué culpa tengo de que Mariano haya perdido dos elecciones? He puesto toda la crispación que he podido al servicio del partido, de la causa, de la fe, de España. Y de los grandes expresos europeos.

(Fin del monólogo).