Desde los lejanos días de la niñez he tenido un profundo desprecio hacia quienes, cuando hay un problema, guardan silencio o miran para otro lado, pero cuando estalla la crisis, con total desfachatez, se apresuran a decir: ¡Ya lo decía yo! ¡Ya me parecía a mí! Pienso, amables lectores/as, que también conocéis a «personajes» similares. Por esta razón, quiero matizar la trascendental noticia publicada en LA NUEVA ESPAÑA del 28 de marzo: «El municipio reducirá de trece a seis los trabajadores en las bibliotecas locales». Las razones se basan en las nuevas tecnologías: «El cambio de gestión es necesario porque los usuarios de las bibliotecas no son los mismos que hace quince años. Todo ha cambiado mucho. Estamos en la era de las nuevas tecnologías. El Ayuntamiento quiere aligerar informáticamente la labor de las bibliotecarias, facilitar el acceso de los usuarios y permitir un contacto más directo con las bibliotecarias. El recorte de personal no hará descender la calidad del servicio, la aumentará» (?).

Con todos los respetos, entiendo que es una decisión digna de ser más estudiada y negociada con las profesionales titulares, pues afecta a decenas de miles de ovetenses. La red de bibliotecas es una de las grandes realizaciones de «Oviedo capital cultural», el ilusionante proyecto presentado a los ovetenses en 1991 por el alcalde, Gabino de Lorenzo. Hoy ya es una espléndida realidad. Con el respaldo total del Alcalde, desde la Fundación Municipal de Cultura inauguramos nuevas bibliotecas en: La Corredoria, Ciudad Naranco, Vallobín, Trubia, San Claudio, Pumarín y «Villa Magdalena» (con el excepcional legado del inolvidable don Andrés Tames). Fueron días históricos e inolvidables. Posteriormente, las de San Lázaro y Vetusta completan la red municipal de bibliotecas número uno de Asturias.

Es un gran acierto optimizar recursos basados en las nuevas tecnologías, pero nunca prescindiendo de ejemplares profesionales que llevan quince años desarrollando un excepcional trabajo. Forman parte destacada de la sociedad ovetense a la que sirven. Su calidad humana y profesional y su cercanía a las familias las convierten en consejeras singulares, pues conocen a los niños desde la cuna. Después de doce años de seguimiento puntual, puedo afirmar que hacen una labor en el ámbito cultural similar a la del médico de cabecera en el sanitario.

En resumen, tenemos un capital humano y profesional impagable, y no debemos perderlo. Bien está la incorporación de nuevas tecnologías para potenciar su admirable trabajo. Sin olvidar que lo primero es lo primero. Estas líneas nacen desde el afecto y la colaboración, nunca desde la confrontación. Pienso que personas ejemplares en lo humano y en lo profesional, que han servido a las familias ovetenses, a los niños y a los ancianos como si fuesen sus padres, hijos o abuelos, deben seguir con nosotros. No tienen fecha de caducidad; las nuevas tecnologías, sí.