Vaya por delante mi enhorabuena al pueblo de Colunga por el éxito de estos cuatro años de Museo Jurásico y mis mejores deseos para que le saquen todo el rendimiento social y económico posible. Y vaya también por delante mi tributo de admiración y afecto por José Carlos García-Ramos, pionero del descubrimiento, comprensión y divulgación del conjunto de restos jurásicos de nuestra costa. Incluyo en él a sus colaboradores, tanto actuales (Laura Piñuela y José Lires, que son los que conozco) como más antiguos, caso de Marta Valenzuela, que ya participaba en publicaciones sobre las icnitas en 1977, o César Suárez de Centi, coautor del primer librito publicado fuera del mundo científico sobre este tema. Fue editado por Amigos de Ribadesella y Central Lechera Asturiana en 1988, aunque antes había sido ofrecido a la asociación Foturi, que tuvo que renunciar a publicarlo por falta de medios.

Debe quedar claro que alabo la labor científica de los paleontólogos y que me congratulo del éxito de público del MUJA, aunque no puedo decir lo mismo de otros aspectos no menos importantes del museo. Cuando se decidió construirlo en Colunga se aseguró que iba a ser el eje central del patrimonio jurásico de la «costa de los dinosaurios», comprendida entre Villaviciosa y Ribadesella. Por cierto, de nada le sirvió a Ribadesella haber publicado el primer libro sobre los dinosaurios asturianos y haber propuesto antes que nadie la creación de un museo, una petición apoyada por movilizaciones ciudadanas. El Gobierno de Sergio Marqués escurrió el bulto y delegó la peliaguda decisión en un comité de «expertos» que se lo adjudicó a Colunga, con la consiguiente decepción de maliayos y riosellanos que, no obstante, no cargaron contra Colunga (al contrario que ciertos dirigentes de otros concejos vecinos, que cargaron contra Ribadesella poco después para evitar una inversión potente en Tito Bustillo). Los riosellanos dieron por buena la decisión en parte porque están acostumbrados a llevar palos (todas sus industrias -minera, pesquera, conservera, agrícola- se han ido al garete sin compensación estatal alguna) y en parte porque desde las alturas gubernamentales se aseguró que el MUJA no actuaría en plan localista sino que iba a ser un eje dinámico para poner en valor toda la «costa de los dinosaurios», es decir, el conjunto de los importantes yacimientos jurásicos de todos los concejos.

La realidad, a la vista de lo ocurrido después, no fue así. El MUJA, además de dedicarse a la labor de investigación (que ya he defendido sin ambages), se convirtió en una máquina de hacer caja con las excursiones, se cerró sobre sí mismo y se desentendió del resto del territorio jurásico, al menos en aspectos tan importantes como la puesta en valor del patrimonio de los acantilados, su conservación, su promoción y, en la medida de lo posible, su comercialización en forma de visitas guiadas, sin perjuicio de otras posibles formas de explotación racional aún por descubrir. Lo más evidente del cambio de orientación en la política del MUJA es el olvido absoluto del concepto «costa de los dinosaurios», que está desactivado y enterrado para dolor y frustración de Villaviciosa y Ribadesella, que en el festín jurásico han pasado a ser convidados de piedra, y nunca mejor dicho. Si estos concejos han querido tener visitas guiadas a los acantilados para ver icnitas ha tenido que ser echando mano de recursos municipales, alumnos de escuelas taller y colaboraciones de entidades vecinales como el Cimat de Tereñes, pero siempre sin el apoyo de un Gobierno del Principado que transfiere su acción al MUJA y se lava las manos, a pesar de ser el responsable final de la falta de desarrollo del concepto de la «costa de los dinosaurios» y de los otros dos concejos implicados.

La foto de prensa del cuarto aniversario era harto elocuente de la situación: allí estaban los políticos responsables (la consejera de Cultura y el director de Patrimonio) y el alcalde de Colunga, pero no los de Villaviciosa y Ribadesella. No sé si estaban, pero no salían en la foto oficial. Más claro, agua de Borines.