Aunque la municipalidad no lo ha dicho oficialmente -bien que tampoco lo ha desmentido- parece que la «Semana negra», en su XXI Edición, se celebrará en Poniente, o sea, en El Natahoyo; por donde ya anduvo entre su cuarta y sexta ediciones. Pero donde entonces estaban los restos de un astillero, ahora hay una bonita playa y unos edificios de viviendas con sus habitantes. Y son algunos de éstos los que ya protestan en virtud de las presumibles molestias que les acarreará la fiesta.

Desde que Carantoña, de feliz memoria, alejó del paseo de Begoña, hacia el cual daban sus ventanas, los festejos del mismo nombre a golpe de artículo, no se daba en la villa la muda de un evento popular hasta que los de un edificio de la zona del Molinón lograron a golpe de sentencia alejar de su entorno la celebración de la «Semana negra».

El problema para la municipalidad es que tiene que poner el circo cada año y que la diversión de unos trae molestias para otros que, aunque cueste creerlo, también tienen su corazoncito y su derecho al descanso en tan señaladas fechas de aparente general jolgorio.

La diferencia entre Carantoña y los vecinos del edificio del pleito, por un lado, y éstos de ahora de Poniente, es que aquéllos se quejaron y reivindicaron su derecho al sosiego tras unos años de lindar con la fiesta, y éstos de ahora alzan su voz en plan preventivo.

Cierto que la municipalidad ha tirado demasiado de la cuerda del aguante del vecindario en ocasiones y que, por ello, tiene en ese ámbito un cierto déficit de credibilidad; pero no es menos cierto que, en la mayoría de los casos, los problemas se solucionan razonablemente.

Otros muchos ciudadanos podríamos venirles a contar a los exquisitos representantes vecinales de Poniente -salvo que su interés no sea sólo el del mero bienestar de sus supuestos representados, cosa también posible- cosas de fiestas y otras pejigueras de las que acarrea la convivencia y, después, que para recibir el general apoyo tendrían primero que aguantar un poco como los demás y luego pedir que el chupinazo se disparase hacia otro lado, lo cual, por otra parte, parece desprenderse de las implícitas intenciones de la municipalidad.

Por eso, para mejorar su parcial problema de credibilidad, bien harían los consistoriales en comprometerse y, al tiempo que anuncien el próximo lugar del festival de julio, proclamen también el plazo durante el que permanecerá en tal ubicación. Y todos tan contentos. Porque mientras no haya un ferial estable, cuesta lo mismo ponerlo aquí o acullá.