El oso pardo que ha venido de Cantabria a fecundar a «Paca» y a «Tola» se llama «Furaco», nombre que parece poco glorioso para un animal de estas características, que pesa 300 kilitos de nada.

Ahora bien, en el parque de Cabárceno, «Furaco» ha sido seleccionado para las nupcias asturianas por ser considerado más idóneo que otros cuatro colegas: «Marmolillo», «Coco», «Curro» y «Santi». Es decir, si nos hubieran enviado a «Marmolillo» o a «Santi», las coñas podrían ser aun mayores.

En todo caso, esto de bautizar a los osos con el nombre de amigables mascotas nos parece un despropósito. Se trata de fieras temibles, como lo atestiguan las listas de ataques a humanos que andan por ahí recogidas.

Respecto al elegido -y antes de saber que su nombre se debe a heridas, o furacos, en su cuerpo, tras haber luchado con muchos otros osos para cubrir hembras ajenas-, pensábamos que había sido bautizado así por su tendencia a meterse en un agujero. O sea, que se trataría de un oso tímido y amigable, como aquel «Mitrofán» que emborracharon con vodka y miel antes de ponerlo a tiro del Rey de España, en Rusia, según versiones bastante extendidas.

«Mitrofán»: ése sí que es un nombre rotundo para cualquier oso, cuya familia animal se denomina en latín «Ursus», que, a su vez, es nombre de aquel personaje de películas de cartón-piedra que daba arreones como campanadas.

De ahí viene también Úrsula -pequeña osa-, una santa niña a la que torturaron los hunos en Colonia, y que es patrona de las religiosas Ursulinas, que suelen tener mucho carácter, al igual que sus ex alumnas.

Total, que el oso de «Paca» y «Tola» es un animal ferozmente reproductor, pero mal bautizado. A ver si lo pasan por el Registro Civil para cambiarle el nombre, ahora que se ha acabado la huelga contra el temible Bermejo.