La historia de Asturias es una jaqueca geográfica cosida con acantilados, picos, cuevas y túneles. Y aliviada por las aspirinas coñonas de los lugareños.

Sin tirar de cavernas prehistóricas, que las hay de museo, podemos citar a Covadonga, que para algunos sesudos historiadores ortodoxos fue la madre del cordero de la España

actual. Cosa que podía aprovechar el alcalde de Cangas de Onís y reclamar la capitalidad del Estado español para su villa, en detrimento de Madrid.

Tenemos a nuestra patrona en una cueva y somos tan grandones que nos permitimos llamarla la Santina, en todo un ejercicio de ternura.

Aquí, en Asturias, la primera industrialización nos vino cuando el ilustre ilustrado, Jovellanos, nos convenció de que en el carbón estaba el futuro. Y nos dimos a extraerlo

del subsuelo como locos. Y como topos construimos cientos de kilómetros de galerías de túneles en las minas.

Las comunicaciones que antes fueron una ventaja, ya que, al ser tan accidentadas, eran nuestra mejor defensa ante los invasores, se convirtieron en inconveniente cuando nos

llegó la industrialización moderna, porque nos impidieron explotar lo que aquí extraíamos o producíamos en forma de acero. Y así, los coches o lavadoras se fabricaban fuera de

Asturias. Nosotros hicimos el trabajo sucio para ellos y, encima, nos quedó una crisis del copón y pulmones, bronquios y demás familia como unos zorros.

Actualmente las comunicaciones son una vergüenza despelotada, y ya no hablo de autopistas del Cantábrico y tal. El aserto se ilustra con lo que tenemos en la del Huerna: un túnel llamado Pando, calificado como el más peligroso de España y uno de los más ídem de Europa. Esta autopista, la única salida de Asturias a la mayor parte del resto de España, es de pago.

El Gobierno del señor Zapatero prometió, hace ya cuatro años y pico, eliminar el peaje.

No sólo lo ha incumplido, sino que permite que la empresa que explota la autopista tenga túneles como el Pando (cerca de kilómetro y medio de largo), que carece hasta de bocas de

riego. Se arreglará en 2014 (repito: dos, cero, uno, cuatro), manifestó la empresa concesionaria, que se sigue poniendo las botas con el peaje. «No nos va a fallar, viene preparado y no tiene la pólvora mojada», dijo -cambiando

de tema- el presidente de Cantabria, anteayer, al hablar del oso que su comunidad ha cedido temporalmente al Principado de Asturias para la coyunda con dos osas asturianas y ver de

que tengamos oseznos. Hay esperanza, al menos semántica, de que el oso cumpla, ya que tiene un nombre idóneo para la misión a la que viene destinado. Se llama «Furaco».

Armando Palacio Valdés tiene escrito en «Tristán o el pesimismo» que «cuando no nos domina el tedio, nos hallamos en plena catástrofe». Pues tedio no tenemos, así que deduzcan lo que queda. A no ser que las dos cosas queden preñadas, claro.

Vivimos pendientes de un furaco, ya sea un túnel, ya sea un oso.