Vicente Gotor, bilbilitano, catedrático de Química de la Universidad de Oviedo, toma hoy posesión como rector de la institución académica asturiana -¡gaudeamus!-, así que deberá darse prisa porque sólo tiene cuatro meses para preparar las magnas celebraciones por los 400 años de la fundación de don Fernando Valdés Salas.

Mucha prisa porque cuatro meses no son nada y menos si encima tiene que dedicar parte de su tiempo a impartir unos cursillos urgentes de matemáticas -y de sindéresis- ya que de tanta moviduni algunos de sus pares andan muy mal de números y contaron 400 donde sólo iban 399.

También deberá restablecer el escudo tradicional de la casa y devolver a la capilla su función siquiera sea para no agraviar aún más la memoria del arzobispo Valdés, que dio dineros y guio voluntades a fin de que la Universidad de Oviedo se fundase hace 399 años y ahí sigue, camino de los cuatro siglos, a pesar de la errática aritmética de algunos.

¿Y qué más?

Hace nada la institución académica asturiana tenía 43.000 alumnos y ahora apenas supera los 24.000. Tocan a un profesor por cada 15 alumnos -bueno, en grados anteriores salen a un profesor por cada ocho alumnos-, una media digna de la California de antes de la crisis y aún se quejan. Conclusión: lo lógico sería vender los campus del Milán, Gijón, Mieres y Llamaquique y concentrar todo en el Cristo de las Cadenas, pero sólo un héroe se atrevería a insinuarlo desde el Colegio de Recoletas. Ojo, que a lo peor lo concentran todo en la Laboral-Girón.

La Universidad de Oviedo, en un ranking publicado ayer mismo en un periódico nacional, ocupa el lugar 22.º de entre las 36 públicas de España, y de las históricas sólo Zaragoza está detrás. Quiero decir que necesita un meneo-terremoto porque los problemas y las miopías son de órdago. Para eso Gotor ha tenido un enorme apoyo electoral.