El criterio liberal es que el Estado tiene un fin sustantivo y religioso, realizar el reino de Dios en la tierra: la cultura" (Unamuno)

"Llamo liberalismo a aquel pensamiento político que antepone la realización del ideal moral a cuanto exija la utilidad de una porción humana, sea ésta una casta, una clase o una nación". (Ortega)

"El liberalismo reclama para existir la democracia. Son el alma y el cuerpo en que existe. Democracia quiere decir que los hombres libres defienden, ejercen, garan­tizan por sí mismos su propia libertad. ? La democracia es una operación activa de engrandecimiento y bienestar moral. De­bemos considerar a la nación como un gran depósito de ener­gías latentes, de obras posibles, que sólo necesitan una buena explotación, aprovechamiento cabal. Es un deber social que la cultura llegue a todos, que nadie por falta de ocasión, de ins­trumentos de cultivo, se quede baldío» (Azaña)

¿De qué liberalismo se está hablando en el gallinero mediático a propósito de cacareada crisis que se vive en el PP? ¿Qué rigor tienen muchos de los que esgrimen su credo liberal? ¿Qué bagaje teórico pone sobre la mesa la otrora ministra de educación y actual Presidenta madrileña cuyos gazapos soberanos tanto y tanto sobresalieron? ¿Hablamos sólo de liberalismo económico llevado a sus últimas consecuencias? ¿De eso se trata? ¿Entre los que tal cosa postulan, alguien se tomó la molestia de leer lo que don Miguel de Unamuno escribió al respecto?

¿De qué liberalismo hablamos precisamente en este país? Un mero tránsito por el siglo XIX, sin necesidad de grandes profundizaciones, aclararía mucho las cosas.

Don Félix Aramburu, en la Universidad de Oviedo en 1902, dentro de un ciclo de conferencias dedicado a don Agustín Argüelles, fue muy claro al respecto: «Porque hoy más que nunca es necesario acudir al ejemplo de los hombres que en otras épocas de la vida nacional fueron modelo de honradez, de carácter y de patriotismo».

Liberalismo que buscaba la emancipación, ya que del divino Argüelles hablamos, que defendía la libertad de expresión, la abolición de la esclavitud y la libertad de imprenta. Todo ello, frente a todo lo que significaba el antiguo régimen, con la Iglesia como principal aliado.

Hay una especie de "edad de la inocencia" del liberalismo español que arranca en las Cortes de Cádiz, y que alcanza su mejor sazón en las generaciones del 98 y del 14. Sugiero a quienes tanto hablan de liberalismo que hagan siquiera un rastreo somero por lo que escribieron al respecto Unamuno, Azaña, Ortega, Madariagay Marañón. Y que, con todas las diferencias y matices, se pregunten si eso tiene algo que ver con la defensa a ultranza de un liberalismo meramente económico, con la apuesta por el sector privado en derechos considerados básicos como la sanidad y la enseñanza. Sugiero también a los tales que se lean uno de los últimos ensayos de Marichal, titulado "El Secreto de España".

Hablar de liberalismo prescindiendo de la cultura como uno de sus principales baluartes es, al menos desde una óptica que dice ser española y patriótica, una tergiversación en toda regla. Hablar de liberalismo y tener como principal aliado en cuestiones de ética y moral la prédica de Rouco Varela supone una bofetada a la historia de nuestra cultura.

Ahora bien, si se quiere llamar liberalismo a aquello que se enfrente a lo público, a aquello que se sustente en lo moral en un conservadurismo rancio, si es esto lo que se pretende, convendría desmarcarse de toda una tradición literaria y cultural que arranca en el siglo XIX, que sufre el absolutismo de Fernando VII, que tiene entre sus cimeras figuras a Larra, a Clarín, a Galdós, y a lo mejor de las generaciones del 98 y del 14.

Que alguien intente explicar qué tiene que ver con todo esto el discurso de doña Esperanza Aguirre y de todos sus entusiastas corifeos.

¿De qué liberalismo hablamos cuando prescindimos de la cultura, cuando se intenta encumbrar a un personaje político que demostró, en el mejor de los casos, un desconocimiento preocupante de la literatura española?

¿De qué liberalismo hablamos cuando se admira a una señora que no se caracteriza precisamente por un entorno informativo en el que impera la pluralidad en las opiniones?

Dígase entonces que lo que aquí se defiende es lo contrario al llamado Estado del bienestar, a las políticas sociales. Dígase entonces que lo que aquí se postula es el discurso moral de una Jerarquía eclesiástica mucho más integrista que la que hubo en la transición.

Llamen a eso liberalismo y, parodiando a Costa, encierren bajo siete llaves el mejor periodismo y la mejor literatura de los siglos XIX y XX.

Les dejo con Unamuno: "La característica del tradicionalismo español es, en efecto, su vaciedad de contenido político y social, vacío que se llena con pura retórica, hasta como tal retórica de ordinario mala".

Podría haberlo escrito hoy.