Cada vez se publicitan un mayor número de jornadas gastronómicas a lo largo y ancho de nuestra comunidad autónoma del Principado de Asturias, algunas de ellas con excelente criterio, aunque echo en falta aquéllas que deberían promocionar por todo lo alto las exquisiteces de los pescados que ofrecen los ríos asturianos: salmón, reo, trucha y demás especies piscícolas. Ya sé que está prohibida la comercialización de esos peces, a tenor de la normativa de la Consejería de Medio Ambiente y Desarrollo Rural, aunque creo que se le está haciendo un flaco favor al sector turístico de Asturias.

Con la aplicación de los nuevos cupos salmoneros -máximo de ocho ejemplares por pescador y campaña-, parecía quedar totalmente controlada la habilidad de algunos de los más afamados ribereños asturianos a la hora de capturar ejemplares. Esa medida, creo, cumplía el objetivo de retraer a los asiduos a las riberas, pues logrado ese cupo tan sólo les restaba plegar la vara para el resto de la temporada. Pero, lo que son las cosas, a esos habituales ribereños, sean con cupo o sin él, no acaban de levantarles la prohibición de poder vender sus propias capturas y legalmente pescadas. Hace un tiempo hablaba de evitar que los ribereños esquilmasen las cuencas fluviales y ahora, ¿cuál es el dilema?

En otras comunidades autónomas de este país suelen apostar por la promoción de sus riquezas gastronómicas a bombo y platillo, con publicidad a tutiplén. ¿Les vienen a la memoria las Jornadas gastronómicas de la lamprea, en Galicia? Y lo más chocante del asunto es que, aquí, en Asturias, no sólo no se puede comercializar -tal como pasa con el resto de las variedades fluviales-, sino que se trata de una especie protegida. ¿Qué decir de la Fiesta de la Anguila de Valga, en Pontevedra? Ídem de ídem y no pasa nada. Resulta que, desde no hace tantos años, en Asturias vamos un poco de quijotes y así nos luce el pelo. ¡Que nos están comiendo la tostada los gallegos!

Mientras eso pasa no tan lejos, aquí resulta que nos apetece mirarnos el ombligo y dejar pasar la oportunidad de «vender» nuestros mejores pescados fluviales a aquellos potenciales clientes que buscan descubrir otra gastronomía de alto nivel. Parece mentira que nadie, sobremanera dentro del sector turístico, intente reconducir la situación ante la Consejería de Medio Ambiente del Principado de Asturias. Ni por lo más remoto llego a comprender que a los empresarios hosteleros del Oriente no les interese un ápice ofrecer esos pescados a los comensales que buscan deleitarse con ese tipo de cocina. ¿Por qué sí se pueden degustar esos pescados fuera de los límites del Principado y no dentro? Me da sensación de torpeza y contradicción.

Aprovechar los foros adecuados sería el cauce ideal para que las asociaciones de la comarca del Oriente -no sólo las que aglutinan a los pescadores- hiciesen llegar a los dirigentes del Principado de Asturias la necesidad de reconsiderar esa problemática, la de la comercialización de los salmónidos. Resta por poner un ejemplo demoledor: ¿por qué sí es posible comer angulas -la cría de la anguila- en los restaurantes asturianos? Lo mismo que se permite la posibilidad de degustar ese apetitoso manjar, igual habría que hacer con los demás pescados fluviales. Vamos, yo así lo quiero entender. ¿Beneficiario? Indudablemente, el sector de la hostelería y, por consiguiente, el turismo de calidad.

Para evitar cualquier tipo de descontento, la Consejería de Medio Ambiente del Principado sí autoriza que se comercialice el campanu de cada una de las cuencas asturianas. Uno sólo, el primero de cada río. Y se hace subasta pública, para que todo el mundo sea fiel testigo de la «fiesta». Bien, perfecto. Pero, en mi opinión, toca reanudar el camino que desemboque en volver a permitir que los ribereños puedan vender a los restauradores sus capturas y que los hosteleros puedan ofrecer esos platos «de río» a sus clientes. Establecido un cupo de salmones por pescador y temporada, así como regulada la actividad, ¿cual sigue siendo el problema? No lo vislumbro por ningún lado. Palabra de ribereño del Sella.