El Ministerio de Fomento aprobó a principios de este año un decreto, que acaba de ver ahora la luz en letra oficial, por el que se regulan las procesiones marineras y que aquí, en Asturias, con más de una decena de puertos con fiestas patronales incluidas, nos afecta muy directamente. Hay que partir de la base de que cualquier ley, norma, reglamentación o dictamen que tienda a dar seguridad a los participantes en cualquier evento más o menos festivo busca siempre el beneficio de la sociedad.

Pero, dicho todo esto, hay que reconocer que la nueva normativa bajo la cual han de organizarse, a partir de ahora, las procesiones marineras entra en el terreno al menos de lo discutible. Se hace necesario, según lo dictaminado por el Ministerio de Fomento, que cualquier procesión en el puerto que sea ha de tener un coordinador de seguridad, que vaya usted a saber los títulos que se le exigirán, posiblemente hasta alguno de los que hacen falta para capitanear un transatlántico.

Todo eso está muy bien, pero donde la nueva normativa entra ya en el terreno de lo esperpéntico es cuando dictamina que un mes antes de celebrarse la procesión marinera de turno sus organizadores tendrán que enviar a la capitanía correspondiente un parte sobre el tiempo que hará en la fecha del evento. Y si se tiene en cuenta que la documentación, muy amplia y voluminosa por cierto, tiene que obrar en la capitanía con esa antelación, no se entiende a qué meteorólogo habrá que recurrir para que diga el tiempo que reinará el día de la procesión y en qué estado se encontrará la mar.

En esto de las procesiones marineras, como en todo en la vida, es recomendable que prevalezca el sentido común. Y la experiencia de los hombres de la mar debería de tenerse muy en cuenta a la hora de perfilar cualquier ley, normativa o decreto por muy sabios que sean los equipos directivos del mismísimo Ministerio de Fomento. Algún político o técnico, escaso de vida marítima, habrá asesorado a la titular de dicho organismo para poner en vigor ese decreto que no ha sido publicado hasta esta misma semana. El caso es que las procesiones marineras, quiérase o no, tienen ya su reglamentación y nadie en el mundo mundial lo va a mover porque un decreto es ley y la Ministra lo firmó con todos los sacramentos del caso.

A lo largo de nuestra costa asturiana las procesiones marineras se celebran de junio a septiembre. Una de las de mayor prestigio y relieve, y que inicia la temporada, es la de San Pedro de Cudillero. Autoridades, patrones mayores, marineros, pescadores, vecinos e invitados se suben a los barcos, dan una vuelta por los aledaños del puerto, regresan y aquí no ha pasado nada. Si la mar está muy fea ya se encargan los expertos locales, que hay muchos y muy buenos, de dictaminar sencillamente que no se puede salir a la mar. Se va al restaurante de turno a dar buena cuenta de unas merluzas y sigue la fiesta. Sin normativa alguna. Por otra parte, la Cruz Roja del Mar, la Guardia Civil, Protección Civil y otras fuerzas que tienen encomendada la seguridad del personal están siempre a pie de procesión para que todo discurra dentro de un orden. Dentro del orden que dicta el sentido común y con el apoyo, siempre con muy profundos conocimientos, de la marinería local, que sabe mucho de galernas, de mal tiempo, de cómo están las entrañas de la mar y hasta de naufragios.

También queda regulado en ese decreto del Ministerio todo lo relativo a barcos de apoyo, a chalecos salvavidas, a sistemas de seguridad y hasta hay una mención sobre el lanzamiento de voladores. Y esto también sorprende porque generalmente a los cohetes se les da candela en tierra, con algunos marineros que se quedan para realizar esa función y, por tanto, forma parte del festejo propiamente dicho, pero desde un lugar seguro. Rizando el rizo se podría entrar en otras consideraciones sobre este decreto de Fomento, pero con lo ya apuntado es suficiente.

Y para el que suscribe, que es de pueblo labrador y que no ha conseguido aprender a nadar, siempre se ha sentido muy seguro al participar de las procesiones marineras a las que le invitan con sus amigos de la mar de Cudillero y de otros puertos. Y con el debido respeto a la mar, que es señora de armas tomar cuando se enfada, jamás ha echado en falta toda esa normativa que ahora se hace oficial y que mucho hay que temer que a lo mejor con tanto papeleo y tanta exigencia hace que se desanimen los organizadores de las procesiones marineras y decidan que lo mejor es anticipar la hora de la comida de fiesta y dejar lo de los barcos para un día de labor. Y se perderá algo tan tradicional, tan nuestro, tan entrañable como es el llevar a San Pedro, a la Virgen del Carmen, a la de La Guía o a cualquier otro santo en procesión por las aguas del puerto sencillamente para dar sabor marinero a la fiesta del pueblo.

Al final hay que concluir que no hay mayor seguridad para disfrutar de una procesión marinera que salir en Cudillero, acompañando a San Pedro, en el barco de Fernando, mientras que por babor se siente la voz de un pescador que dice: «¡Tira, Viriato, que libras!». Seguridad total.