José Montilla ha lanzado el aviso de que puede producirse una «desafección» entre Cataluña y España, como si ese factor no hubiera estado inducido por la permanente posición de la burguesía catalana mirándose el ombligo. ¿Por qué falla todo en Cataluña? No hay agua suficiente, el colapso de los trenes de cercanías ha sido antológico, la red eléctrica está prendida con pinzas... ¿Es porque se ha invertido poco desde el Estado o, sencillamente, por una desatención de los poderes públicos catalanes de los últimos veinte años a los intereses reales de los ciudadanos?

Si la identidad, obsesión enfermiza de una clase dirigente esclerotizada por la nostalgia de lo que pudo ser, no logra que lleguen al cuarenta por ciento los asistentes al referéndum del Estatut, ¿qué motivación identitaria se puede reclamar sobre la base de lo que moviliza a los ciudadanos?

Ahora llega el turno de las amenazas. El fantasma de la Liga del Norte italiana convoca a la rebelión de los ricos contra los pobres desde la suficiencia insoportable de que el resto de España está subvencionada. ¿Cómo recoge las balanzas fiscales el esfuerzo histórico de los andaluces, aragoneses y extremeños que se vieron forzados a esa emigración interna en los años en los que la oligarquía española de todos los rincones invertía en el textil catalán?

José Montilla, que es nacido en un pueblo de Córdoba en donde seguramente no le pondrán su nombre a una calle, quiere colaborar activamente en una legitimación que de momento le niega la esposa de Jordi Pujol. Ahora su obsesión es «la pela», pero sólo como un instrumento para sostener la pretensión de diferencia mientras Cataluña se estanca en todos los parámetros socioeconómicos menos en un recurrente narcisismo que agota, sobre todo, por falta de contenido.

El Gobierno tripartito es el invento diabólico que les arrastrará al abismo porque la ley de las complementariedades y las compensaciones no contempla que Carod Rovira, vicepresidente de la institución, anuncie la independencia regocijada desde la ilegalidad para el año 2014, mientras que el president Montilla nos amenaza con la italianización de España. Es demasiado, incluso para el «hereu» de Pasqual Maragall.