No, si al final, ETA va a conseguir unir a todos los partidos en su contra. Tengo la impresión de que nuestra clase política se ha convencido ya de que la desunión frente a la banda del horror de nada sirve e irrita a la ciudadanía; véase, si no, lo ocurrido en la pasada legislatura, tan plena de sinsentidos. Así que contemplar cómo los grupos parlamentarios del Congreso se alían para lanzar al aire su protesta ante el último asesinato del grupúsculo mafioso no puede sino llenarnos a todos de regocijo.

¿Cuánto durará el espejismo? ¿Cuánto tardaremos en tener que lamentar nuevamente el espectáculo rastrero de las divisiones, la náusea de comprobar que hay quien aún, a estas alturas, espera sacar rédito del dolor que provocan los pistoleros, los verdugos? Déjenme lanzar hoy este grito angustiado, porque estoy convencido de que a ETA se la puede derrotar, aquí y casi ahora. Pero todos juntos. Al Gobierno, ahora representado por José Luis Rodríguez Zapatero, le corresponde, porque le hemos dado nuestros votos, liderar ese proceso.

Por ello me ha preocupado tanto, en vísperas de un presumiblemente importante encuentro de Zapatero con el lendakari Ibarretxe, el crujido en la nave del PP mostrando las discrepancias internas en lo tocante a las relaciones con los nacionalistas. A los demás, nos toca seguir por el camino que el Gobierno trace, aunque lo sigamos críticamente, aunque sea a regañadientes. ETA se aprovecha del espectáculo de la división entre nosotros. Envía sus «mensajes» -sean cuales sean- empapados en sangre.

Esos hijos de perra no merecen que los del lado de acá, los demócratas, nos peleemos por su causa. Faltaría más que tropezásemos nuevamente en esa piedra absurda. A por ellos.