La sensación que produce la mala circunstancia de los dos astilleros gijoneses es que la cosa va sin rienda alguna, es decir, que la ya antigua indiferencia de nuestros políticos locales y regionales hacia el sector naval de la bahía gijonesa ha alcanzado cotas de muerte cerebral o, al menos, de autismo completo. Ahora mismo, estamos en que a Naval Gijón se le ha comunicado la liquidación de operarios, pero, como de costumbre, con incertidumbre sobre el traspaso de 44 trabajadores al astillero Juliana-Vulcano, que, de pronto, acaba de mostrar perspectivas de quiebra e imposibilidad para afrontar el plan de inversiones que comprometió al ser privatizado.

En medio de estas dificultades, comparecen los sindicatos anunciando el cataclismo, pero todavía no hemos visto, ni de refilón, a nadie del Ministerio de Industria, del que dependen Pymar, que administra a Nagisa, y la Sepi, que privatizó con condiciones Juliana. No se conoce tampoco el enlace que el Gobierno del Principado tiene establecido con Industria, esto es, el modo mediante le cual los repúblicos de aquí tratan de salvar los muebles, algunos muebles.

Por tanto, Pymar y Sepi, que son meras entidades instrumentales del Gobierno central, parecen haberse vuelto sustanciales y cabe la impresión de que estén tomando decisiones soberanas y libres no interceptadas por ninguna instancia política. Al menos, por ninguna que comparezca para explicarse.

¿Alguna esperanza? Respecto a Nagisa, los sindicatos intentaron hace unos meses que perviviera como astillero de reparaciones navales o así, como mínima factoría cuyas instalaciones pudieran servir a otros astilleros. Nada se sabe de ello, probablemente porque Pymar quiere liquidar de una vez y marcharse. Por lo que respecta a Vulcano-Juliana, los incumplimientos de las condiciones de privatización, a finales de 2006, son ya tan clamorosas que la Sepi debería recuperar el astillero. Pero, ya decimos, el Ministerio no comparece y los políticos se dan mus.