Una jornada inolvidable. Arrancó al mediodía de la plaza del Ayuntamiento de Oviedo para, en solemne comitiva -procesión cívica, que se dice en estos tiempos de laicismo- alcanzar la Catedral por la puerta de la limosna y todos a la Sala Capitular, donde ayer hizo doscientos años un puñado de patriotas declaró soberana a la nación: la cita más importante de la historia de España, porque Covadonga y el Descubrimiento son cosa ya de la historia universal.

El abogado José María Fernández abrió y cerró la sesión con acertadísimas palabras. El general Francisco Ramos Oliver estuvo brillantísimo afirmando entre otras cosas que «la defensa nacional es cosa de todos». El filósofo Gustavo Bueno, cumbre, como siempre, indicó que lo que allí se había discutido hace dos siglos no eran las ideas de la Ilustración ni de la Revolución Francesa, sino de Suárez y la escolástica española, unos planteamientos radicales sobre la soberanía -el libro del teólogo salmantino «De legibus ac Deo legislatore» fue quemado en el Londres de Jacobo I por revolucionario- que se materializaron a partir de Oviedo-1808. Y el concejal de Cultura, José Suárez Arias-Cachero -Felechosa, aunque debería ir dejando el alias-, estuvo excelente al decir entre una catarata de aciertos que «de lo acordado en esta sala hace dos siglos salió la España liberal, la actual».

En este tiempo de mil crisis, sobremanera la del PP, no estaría de más repasar lo apuntado ayer en la Sala Capitular, la línea Bueno-Felechosa, que, claro, son dos, pero en un juego dialéctico muy fecundo.

Un gran día. Aun los hubo que de seguido llegaron hasta San Isidoro para la bendición del Corpus; después, Fernando Alonso, en televisión; por la tarde, Indiana Jones-ET y, ay, para acabar viendo cómo la Teletini gafaba al Oviedín.

(Para la terapia de esta semana se recomienda vivamente «De los cañones a las estrellas», de Messiaen).