Este año el festival de Eurovisión despertó expectación. El joven cantante ruso Dima Balan fue el gran vencedor de la brillante gala del certamen de la canción celebrado en el Belgrado Arena de la capital serbia el sábado 24, ante 12.000 espectadores que llenaban el polideportivo. Su pegadiza canción en inglés «Believe» (Creo) ganó destacada con 272 puntos, por delante de la sexy Ani Lorak de Ucrania.

El contrapunto fue la participación española. Representando a TVE actuó Rodolfo Chikilicuatre, elegido a partir de una iniciativa de Buenafuente y Myspace, que con la canción «El chiki-chiki» quedó en una baja decimosexta posición entre los 25 finalistas. Nada que ver con «Mocedades» o Betty Misiego. El actor, a modo de balance, dijo «hemos llegado a la final, cuando España suele quedar eliminada en cuartos».

Se trata de una doble falacia, primero porque España no tuvo que participar en semifinales (como el irlandés pato Dustin que fue eliminado), se clasificó directamente para la final, y segundo porque llegar a cuartos en fútbol significa quedar entre los 8 primeros. Por tanto Chikilicuatre no quedó el 16 de 43, sino el 16 de 25. Se queja del voto por simpatía vecinal de otros países, y a él le auxiliaron los 12 puntos de Andorra.

Me alegro de lo que pasó en Eurovisión, porque ha sido el triunfo del mérito frente a lo grotesco, confundiendo lo simpático con lo extemporáneo. Se estaba extendiendo en España la imagen sociológica, alimentada por algunos programas de televisión y tertulias de radio presuntamente progresistas, de que lo importante para triunfar no es el contenido, sino ser extravagante. Casi todo queda relativizado con tal de impactar.

Incluso en política. Ahí tenemos a Rajoy, con muchos estudios, que cuando Esperanza Aguirre le propone «Hagamos un debate de ideas» le contesta «Pues vete del partido», o sea, que lo que más le preocupa no es el programa de gobierno, sino figurar él. O a Zapatero, con buen talante, queriéndonos hacer pasar por avanzado que el Estado nacional le dé más dinero a una autonomía rica, en proporción a su riqueza territorial.

Es el primer triunfo ruso en las 53 ediciones del festival de Eurovisión, donde Dima Balan, con una canción de calidad y potente voz, actuó acompañado de un violinista húngaro y del ruso campeón mundial de patinaje sobre hielo. Europa ha acertado eligiendo ganadora una canción melódica y elegante, frente a la horterada friki española, con mal resultado aún rebajando en Belgrado el tono agudo de su provocación, hasta quedar a medio camino entre la broma simplista y el pop ligero.

Calderón decía que la vida es sueño, y aquí, queriendo confundir el teatro con la realidad, pretenden ser espabilados quienes para jugar prefieren la trampa al acierto. El caso es ir tirando a corto plazo. Descubierta la farsa que caricaturizaba ¿o caracterizaba? la España de Chikilicuatre, Zapatero y Rajoy, si no rectifican cambiando la retórica por coherencia: ¿Dónde estarán dentro de cuatro años?