Estoy de acuerdo con algo que le escuché hace un par de días a Patxi López, el socialista vasco: no habrá «consulta Ibarretxe». Es un formidable juego de poder el que se ha puesto en marcha, una demostración de fuerza de a-ver-quién-puede-más, una insensatez política de esas que acaban costando caras a todas las partes. Pero ni Ibarretxe puede ahora -aunque debería- tirar la toalla, ni el Estado, representado en último término por el poder ejecutivo, puede tolerar que el desafío del Lendakari se consume. Ni uno solo de los ayuntamientos vascos socialistas o populares puede permitir que se instalen urnas en lugares públicos, y entre tales ayuntamientos tenemos que contar muchos alaveses y hasta el municipio de la capital donostiarra, pasando por dos docenas de importantes ciudades vascas. Es, simplemente, imposible que Ibarretxe lleve adelante su consulta, que aún ni sabemos siquiera en qué va a consistir, cuáles son sus fines y alcance últimos, a tal grado de surrealismo está siendo llevada la política vasca.

En esas condiciones, y cuando ha sido el propio Lendakari quien ha querido solemnizar las fechas, tanto de la propia consulta como del Pleno parlamentario que la convocaría formalmente, a Ibarretxe no le va a quedar otro remedio que convocar unas elecciones anticipadas que tiene serio riesgo de perder: a tanto ha llegado su desvarío político. Se lleva mal con sus socios del actual tripartito, los vascos parecen cansados de su juego soberanista sin esperanza, ETA está descontrolada y las relaciones con el Gobierno central, de quien aún dimana mucho poder, están deterioradas, sin que la situación económica sea tan boyante como antaño. Y, si son ciertos los insistentes rumores que hablan de serias desavenencias internas en el PNV, tendremos una radiografía bastante completa de lo que está ocurriendo en los bastidores de Ajuria Enea, donde he comprobado que más de un Consejero está profundamente preocupado por una situación que se les escapa de las manos.

Para mí, lo verdaderamente novedoso será lo que pase a continuación. Supongamos que son los socialistas quienes ganan las elecciones autonómicas -algún coste político ha de tener el fiasco de la consulta para el actual Lendakari- y los llamados, por tanto, a formar gobierno: ¿con quién? ¿Con un PNV que estará lamiéndose las heridas, tras haberse deshecho de un Lendakari que los ha llevado a la escollera? Lo dudo: los nacionalistas vascos han de pasar por un período de travesía del desierto, en el que mediten a dónde les han llevado sus muchas contradicciones y esa aversión que Ibarretxe ha mostrado hacia «Madrid». ¿Con el Partido Popular vasco, que para entonces se habrá desligao de sus componentes más «duros» e intransigentes? Podría ser. A mí, personalmente, me parecería lo más coherente. En Euskadi hacen falta políticas nuevas, en sintonía con el resto del Estado. La locura soberanista, la idea de esa Euskal Herria imposible, no ha hecho sino retrasar el progreso y aislar a los vascos de los demás españoles.

Mi apuesta es múltiple: no habrá consulta, las elecciones las ganará Patxi López. Y esto que sigue no es una apuesta, sino la expresión de un deseo: ojalá el próximo Gobierno en Euskadi esté formado por el PSE y el PP, que no es, al cabo, sino el reflejo de algo que bien podría haber ocurrido como consecuencia de las elecciones generales, y que aún podría llegar a ocurrir en el futuro.