Casi todas las religiones antiguas practicaron desde los primeros tiempos ayunos y abstinencias con un único fin, el de depurar los cuerpos y aportarles una mayor salud.

Hace un tiempo que se venía hablando de crisis, pero el crecimiento y el bienestar de nuestra sociedad parecía imparable y nadie podía pensar que esto fuese a suceder. Hablar de crisis era síntoma de pesimismo, y esto no se podía tolerar, como si el pesimismo y el optimismo solucionasen la situación laboral o el pago de las hipotecas.

Cada década, más o menos, se produce una crisis, y éstas son como las epidemias gripales, pueden ser más o menos virulentas y agresivas. Parece ser que la actual es de las gordas, sobre todo porque nos ha cogido sin vacunar, pero estas crisis, al igual que los ayunos, se tornan en positivas cuando nos ayudan a volver sobre nuestros pasos haciéndonos ver quiénes somos y dónde estamos. Una de las primeras crisis del petróleo que yo recuerdo dio lugar a que la mayoría del mundo occidental redujese el uso del coche privado, pero los españoles acabamos de llegar al seiscientos sin tener que esperar turno ni andar comprando concesiones, y ¡ahora nos dicen que no lo usemos!, ¡que no lo usen los que ya llevan tiempo disfrutándolo!, porque con el seiscientos nos llegó la libertad de movimiento, ¡como para parar ahora!

La crisis se dejó notar desde el otoño con la «pertinaz sequía»... Pero, de pronto, y de forma inesperada, se cubre todo de nubes y empiezan los cuarenta días y cuarenta noches sin tener preparada el «arca», menos los catalanes, quienes ya habían dado solución a su «sequía» y ahora la quieren mantener... por si vuelve.

Curiosamente, se vuelve verde y frondoso nuestro campo, el campo que alimentaba las vacas y que hacía que fuésemos una potencia lechera y, por lo tanto, quesera, de calidad, ahora nos quedamos sin campesinos y sin vacas, pero tenemos «jardineros rurales» en medio de unos prados verdes sin producir... y sigue lloviendo, y los ríos se desbordan echando al mar millones de litros, mientras el pueblo sueña, al menos desde Felipe II, con un plan hidrológico. ¿Realmente somos Europa? Porque, cuando uno cruza los Pirineos, en todos los países nos vamos encontrando con canales, y aquí, donde el campo se lleva el 80 por ciento del agua, carecemos de ellos, a pesar de ser nuestras huertas, nuestros cítricos y nuestro aceite una de las grandes fuentes de ingresos con la exportación.

Lo de la crisis positiva se lo oí hace unos días a un amigo en una presentación de un libro y me pareció que tenía razón, porque en otros tiempos también algunos gozaron de estados de bienestar en grandes imperios y culturas que se han venido abajo, dejando magníficas ruinas para los arqueólogos. Por ello, que esta crisis de la que tanto se habla nos sirva para abrir los ojos y volver a la realidad, bajándonos de la torre de Babel, puede ser importante, porque, como dicen en mi pueblo, no se puede echar el carro delante de las vacas.

El pueblo empieza a estar preocupado por eso del euribor, que hace que se desborden las hipotecas mientras merman los salarios frente a la subida de los precios de los alimentos y de los combustibles, pero yo me pregunto: ¿están igualmente preocupados los políticos, que llevan el timón del barco, junto a los marineros de la oposición ?

Hemos empezado a construir una torre que nos hacía sentirnos como dioses.