A veces me digo a mí mismo que me encantaría no recordar nada, pero nada de nada, ya que todos sin excepción aseveran que «aquel que no recuerda el pasado está condenado a repetirlo» y la verdad es que me encantaría volver a aquellos años sesenta, o al 68 del que tanto se habla.

Fue un año precioso, de guaje cualquier año es bueno, y lo de Francia nos llegó de pasada. Quizá los que contaban más de 20 años tuvieran otra idea del mayo francés, pero creo que con 17 o 18 años no tienes ni puñetera idea de nada y sólo buscas disfrutar de la vida sin preocuparte en absoluto si la desidia de los comunistas había acabado con una revuelta estudiantil que les había pillado en pelota.

En España, bueno, mejor en Gijón, lo que nos interesaba de Francia era el último disco de Johnny Hallyday, Michel Polnareff o Adamo y las francesas que llegaban en autobuses a la plaza del Instituto, como intercambio «cultural», y que al final del verano, tras conocer el vino blanco Los Corales, los bocadillos de calamares del Jardín y el romanticismo local, te gritaban desde el autobús al despedirse, con lágrimas en los ojos: «Adieu, mon petit chouchou».

Disfrutábamos con poco y eso pasaba por un vino en la taberna el Saboya o en el Benidorm, una Fanta en el Zock Psicodélico o un café en el salón de Té del Yuste; un rock&roll en el Bonnie & Clyde; un achuchón en el 007, o acudiendo al Jardín a ver a aquellos hermanos belga-portugueses llamados Jess y James que después fueron parte de «Los Canarios», o al Parque del Piles a ver a «Micky y Los Tonys» o a «Los Tifones» (después «Pop Tops») y lo mejor del pop local. Todo ello luciendo melena al viento y los modelos más actuales, algunos de ellos adquiridos en la famosa Boutique del Trapu, en la carretera del Obispo, mezclados con los diseños de Luis o Aguirre, de la calle Los Moros.

Hace poco escuchaba a Alfonso Guerra decir en televisión: «Imagínese, no podía uno ni darse un beso en un parque» y creo que tiene razón, con el careto del señor Guerra comparto que le resultara difícil si no imposible darse un besín con alguien. No me parece que a Felipe González le pasara lo mismo.

Si apenas eras consciente de lo que pasaba, los que podían criticar al régimen no lo hacían y cantaban cosas como «La romería» (podría decir otra); «Palabras de amor» o «Vuelvo a Granada», con lo que nos confundían más y ahora dicen que estaban implicados en la lucha. Estudiabas, trabajabas, hacías ambas cosas, pero te divertías de güevos.

Nos interesaba el poder conseguir, en Discoteca, la música más actual que sonaba en aquellos momentos, como el «Let it be» de los «Beatles»; el «Mrs. Robinson» de Simon y Garfunkel o el «Delilah» de Tom Jones; ir de guateque y bailar agarrao el «Mañana, mañana» de «Los Ángeles» o comentar el fichaje de Quini por el Sporting. Los más progres decían del fútbol que era el opio del pueblo y ahora son del Barça o del Madrid, en vez de estar orgullosos del equipo del pueblo.

No dudo que, en aquellos tiempos, otros estarían peleando contra el régimen, pero con seguridad los que tanto cacarean hoy, no.